Del consejo editorial

La alternativa social

 ANTONIO IZQUIERDO

Queremos salir de la crisis económica sin tocar el modelo social; es decir, atornillando como subalternos a jóvenes, mujeres e inmigrantes? ¿O levantaremos la cabeza ofreciendo posiciones de poder y liderazgo cultural a estas tres categorías sociales que demuestran tener energía y capacidad para cambiar la situación? La clamorosa parálisis intelectual y política en la que vivimos presagia que saldremos de la crisis más débiles, más desclasados y con menos bienestar; es decir, menos organizados, más desmotivados y con más pobres. Visto así, el debate es: ¿alternativa social o peor que antes?

El nuevo modelo productivo debería beneficiar a jóvenes, mujeres e inmigrantes. Son los tres agregados sociales con menos poder y que más valor añaden al futuro de nuestra sociedad. España anda instalada en la medianía social de las viejas clases medias, y no saldremos del cinismo y de la mezquindad mientras no valoremos la educación, la autonomía y la esperanza encarnada en los colectivos sociales más creativos y ambiciosos que tenemos. Juntos forman la clase de servicios más y menos cualificados que crece en número pero no en autoridad.
Los jóvenes ocupados no se definen sólo por el mileurismo sino por la distancia entre lo estudiado y el empleo; es decir, por su desclasamiento, la contratación temporal, la dificultad de mejora en su ocupación y el vacío de posiciones directivas. Las mujeres no sólo están lastradas por la discriminación salarial, sino por la represión de su maternidad, el retraso en la formación de pareja y la baja tasa de ocupación a lo largo de su vida activa. Y a los inmigrantes no sólo se les paga menos y se les despide más, sino que se les criminaliza, se les excluye de la ciudadanía y se menosprecian sus talentos.

Las tres categorías sociales pueden frustrarse como actores de otro modelo social. Es cierto que son heterogéneos en sus modos de vida y de expresión sociopolítica, pero no más que los protagonistas del vigente esquema social. Saben negociar las identidades, comparten expectativas de movilidad laboral, demandan el reconocimiento de sus capacidades y rechazan la injusta distribución de oportunidades.

Les propongo tres indicadores que resuman este cambio de modelo social. Primero, que los jóvenes se independicen antes de los 25 años. Segundo, que las nuevas parejas puedan tener los hijos que desean en vez de reprimir la maternidad. Y tercero, que en la fiesta de graduación de 2º de Bachillerato sea un chico inmigrante quien lea, delante de padres y profesores, un párrafo del libro Un universo diferente, del físico Robert B. Laughlin. Independencia económica, emancipación familiar y espíritu científico.

La pregunta que cabe responder es si las medidas económicas aprobadas para superar la crisis económica favorecen esa dinámica social. Es decir, si ofrecen mejores oportunidades a los jóvenes, no penalizan a las madres por serlo y propician la ciudadanía de los nuevos habitantes. Porque no se sostendrá el nuevo modelo productivo si la liga de los subalternos y desclasados no asciende a la primera división de la sociedad.

Antonio Izquierdo es  catedrático de Sociología

Más Noticias