Del consejo editorial

Un espacio para el público

Miguel Ángel Quintanilla Fisac
Director del Instituto de Estudios de la Ciencia y la Tecnología

A diferencia de los regímenes totalitarios, que casi siempre han tenido origen divino, la democracia nunca ha sido un regalo de los dioses, sino un frágil invento humano. Lo mismo que la razón, la ciencia o la ética. En todos estos logros de la humanidad, el público, es decir, los hombres y mujeres de una sociedad cuando actúan asumiendo la responsabilidad del bien colectivo, ha sido el protagonista principal. El héroe de la democracia no fue Pericles, sino el público ateniense. La ciencia moderna sólo se consolidó cuando abandonó el secretismo de los gabinetes privados y se abrió a la comunicación con el público. Los derechos humanos no estaban escritos en las Tablas de Moisés, fueron un invento de representantes políticos de casi toda la humanidad. El público es el verdadero protagonista anónimo de la historia humana.

Para que el público exista se necesita un mínimo espacio para la libertad y la comunicación. Las dos cosas: libertad para poder juzgar y ejecutar las alternativas de acción y capacidad de comunicación para que cada uno diseñe y difunda alternativas que puedan ser juzgadas libremente.

Por eso, en sociedades hipertrofiadas por la concentración de poderes privados es imprescindible sostener la pervivencia de espacios para el público, para el debate racional y para la investigación que nos permitan especular libremente, indagar los secretos de la naturaleza sin prejuicios irracionales y difundir el conocimiento sin límites impuestos por intereses privados. Espacios para debatir, elaborar y decidir los valores que van a regir nuestras vidas, para participar en la vida pública. Por eso son importantes en la democracia los partidos, porque son, o deberían ser, lugares sagrados para el debate y la toma de decisiones de interés público. Y por eso es importante para la democracia la sagrada libertad de expresión. Y por eso fue importante el nacimiento de este periódico. Y por eso es gravísimo que los poderes del mercado puedan dictaminar su extinción.

En tiempos de crisis y zozobra como los que vivimos, sólo nos queda la esperanza de encontrar soluciones dignas en el espacio público. No deberíamos permitir que se reduzca ese espacio, que desaparezca Público. Eso sería un mal negocio para el público.

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