Del consejo editorial

Impuestos 3.0

Alfonso Egea de Haro
Profesor de Ciencia Política

Decía David Anisi que la economía, más que una ciencia o arte, era un conjunto de medios más o menos sofisticados en el combate ideológico por el poder. Advertía también del uso extensivo del término mercado para referirnos a cualquier problema social. Desde el mercado de las telecomunicaciones al de la energía pasando por el del trabajo. A estos se le suma, cada vez con mayor insistencia, el de los servicios públicos. Una vez calificados como mercado, el siguiente paso es la búsqueda de la eficiencia. Flexibilidad, reestructuración, redimensionamiento, uso responsable, copago... son términos que completan el diagnóstico y amenazan con la única solución posible para mantener el funcionamiento de estos mercados.

Este discurso es sugestivo. La calidad de vida y la posición del ciudadano está amenazada no tanto por la precariedad laboral, el retroceso de los servicios sociales o la falta de desarrollo de nuevos sectores del Estado del bienestar, cuanto por un mal funcionamiento del mercado en todos estos sectores. La pérdida de capacidad adquisitiva no es tanto por el nivel de los salarios que deben mantener, en cualquier caso, la competitividad, sino por un deficiente funcionamiento de los mercados, que han provocado un aumento excesivo de los precios. Para contener estos, ya se sabe, liberalización y reducción de la dimensión del sector público. Lo importante pasa a ser garantizar que todos tengan la capacidad de acceder al mercado (y no los recursos disponibles).

Pero el acceso al mercado no es gratis para el ciudadano. A los conocidos impuestos directos e indirectos se suman al menos otros dos. El primero es el que se deriva de las formas (copago o tasas) para (re)financiar los servicios públicos en función de su uso. Esta doble imposición aumenta la percepción de ineficiencia y la búsqueda de proveedores alternativos. El segundo es consecuencia del anterior y es el mayor precio al que estamos dispuestos a pagar el servicio en el mercado. Para, posteriormente, en base a estos precios altos que castigan nuestro nivel de vida dar un nuevo giro de tuerca. Este sistema de vasos comunicantes (imposición 3.0) permite un control de los ritmos a los que nos muestran los problemas y nos sugieren las soluciones.

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