Del consejo editorial

El dedo en la llaga

José Manuel Naredo
Economista y estadístico

Por fin se empieza a poner oficialmente el dedo en la llaga de problemas de fondo de la banca española que nuestros políticos gobernantes han venido soslayando con empeño digno de mejor causa. Pues nuestros políticos han venido reiterando su solvencia cada vez que superaba, con crecientes excepciones, los test de estrés de la UE –que daban por buena la valoración de los activos que figuraba en los balances de las entidades– y criticando que los malignos mercados y agencias de calificación pusieran en duda esa valoración y esa solvencia.

Las exigencias unidas al nuevo paquete de ayudas a la banca, aprobado en el último Consejo de Ministros, han revisado drásticamente a la baja la valoración de los cuantiosos activos inmobiliarios que figuran en los balances bancarios, dando implícitamente la razón a quienes dudaban de ella por considerarla inflada. Ahora se reconoce que la banca tendrá que provisionar en el año en curso pérdidas de valor del 80% en los terrenos, del 60% en las promociones y del 35% en las viviendas. Esta caída del 35% en el precio de la vivienda se acerca por fin a la realidad, pero va camino de quedar pequeña cuando el índice de precios de los anuncios de venta de inmuebles elaborado por Fotocasa acelera su caída acumulada, próxima al 30%, y cuando las operaciones se realizan hoy bien por debajo de los precios de los anuncios.

Ante semejante reconocimiento de la realidad, la patronal de los promotores brama pidiendo nuevas ayudas, desgravaciones y créditos para la compra de vivienda, a fin de evitar que los precios sigan bajando. La encrucijada actual exigiría un plan de reconversión y saneamiento inmobiliario-financiero que evite la usual contradicción de objetivos y políticas. Por ejemplo, la reconversión inmobiliaria orientada a dar salida al sobredimensionado stock de suelo e inmuebles, está reñida con el afán de destinar los escasos recursos del Estado a animar nuevas promociones. O el deseo de acelerar el ajuste inmobiliario, se contradice con el habitual empeño de frenar u ocultar la caída de los precios. Al igual que la contracción de los balances de la banca, unida al recorte del valor de los activos inmobiliarios, no casa con la prometida abundancia de crédito.

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