Del consejo editorial

Marea violeta y las políticas de igualdad

Carmen Magallón
Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

Un grupo de organizaciones feministas de Málaga, entre las que está la Plataforma contra los Malos Tratos Violencia Cero, inició el movimiento marea violeta que se ha extendido por todo el país. El pasado día 10, bajo el lema "Ni un paso atrás en políticas de igualdad", mujeres de más de 50 ciudades mostraron su "absoluto rechazo a todo retroceso y recorte en materia de igualdad entre mujeres y hombres" y reclamaron "el cumplimiento de todas las leyes que favorecen la igualdad y los derechos de las mujeres, incluida la Ley de Salud Sexual y Reproductiva".

Si todos los recortes son preocupantes, estos lo son especialmente. Y también la discontinuidad de las políticas. Además del retroceso en derechos de las mujeres, que puede conllevar la modificación de las leyes existentes, pensemos en una de las derivaciones más nefastas de la histórica desigualdad entre los sexos: la violencia que viven tantas mujeres en su cotidianidad –más de 70 muertas el año pasado–. ¿Habremos de hablar de terrorismo contra las mujeres para que el problema se trate debidamente? Pues aun siendo asunto controvertido nadie se ha atrevido a dar pasos atrás en las políticas antiterroristas: los sucesivos gobiernos, para actuar con la continuidad y coherencia social que el problema merecía, dirigieron sus esfuerzos a lograr pactos entre las diversas fuerzas políticas. Por el contrario, vemos cómo las muertas por el machismo, y las políticas que han de enfrentarlas –a saber: las políticas de igualdad entre los sexos–, siguen siendo objeto de una lucha ideológica que no se compadece con la persistencia de las conductas y la letalidad de los hechos.

Marea violeta se rebela ante este retroceso e incoherencia social, denunciando la reducción de los presupuestos destinados a la igualdad; el desmantelamiento de los institutos de la mujer, la eliminación de subvenciones para los centros municipales de orientación, asesorías jurídicas, casas de acogida para mujeres víctimas de violencia, y tantos otros servicios. Lo nefasto de las priorizaciones económicas y las batallas ideológicas de sabor patriarcal es que, como sucede en otras geografías y culturas, siempre se acaban librando a costa del cuerpo y la vida de las mujeres.

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