Del consejo editorial

El dedo acusatorio

Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencias Políticas

Es táctica habitual en el PP y muy en concreto del hoy ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Producido el relevo en el gobierno, formula una acusación a su antecesor, el  PSOE, tan grave como infundada y difícil de rebatir porque el acusador es el que tiene las pruebas y no las muestra, sino que se refiere crípticamente a ellas. Cuando el PP ganó las elecciones de 1996, el entonces Secretario de Estado de Hacienda con Rodrigo Rato de ministro, es decir, el mismo Cristóbal Montoro, dio pábulo a la acusación de que los socialistas había "perdonado" 200.000 millones de pesetas a los "amiguetes" mediante algunas triquiñuelas y trampas.  Aquellos 200.000 millones dieron mucho juego mediático y, aunque la acusación resultó falsa, cumplió su objetivo de dañar el PSOE.

El mismo hombre recurre a la misma táctica 16 años después. Ahora la acusación no es de complicidad en fraude fiscal sino de falseamiento de las cuentas. Consiste en decir que el PSOE mintió sobre la magnitud real del déficit que dejaba, que no era del 6% por ciento del PIB, sino del 8,4%. 2,4 puntos de diferencia que se traducen en unos cientos o miles de millones de euros con los que no cuenta el erario público y que, aun  sin acusar a los socialistas de habérselos llevado, se han perdido por su incompetencia o su afán de engañar.

Es una vuelta a 1996, al calumnia que algo queda, a las prácticas más detestables de acusaciones indemostradas, de culpabilización abusiva, de juego sucio en una palabra; algo en lo que parece ser maestro el señor ministro. Este dice que hay una desviación en el cálculo del déficit del gobierno anterior, pero oculta que está causado casi en su totalidad por la gestión despilfarradora de las Comunidades Autónomas que controla el partido del señor ministro. Es decir, atribuye al PSOE su propio déficit, oculto hasta entonces y, encima, lo acusa de  haberlo ocultado. Es un recurso de político trilero que, además, cree haber encontrado así una vía de escape para ocultar su propia incompetencia.

Si el gobierno no sabe calcular el déficit ya en el tiempo de su estricta responsabilidad, si resulta que este es el doble o el triple de lo que vaticinó que sería, si las cuentas no cuadran y las medidas adoptadas a bombo y platillo por las que se esquilma a los sectores menos favorecidos de la sociedad son un fracaso, siempre viene a mano culpar a los socialistas, aunque estos no tenga ya nada que ver porque hace casi medio año que dejaron el poder.

El inconveniente de esta política de juego sucio permanente es que carece de todo crédito y no solo en el consumo interior sino, lo que es más grave, en el exterior. El gobierno de Rajoy no recupera la confianza para España porque todo el mundo ve que manipula las cifras, los datos, la adopción de medidas en provecho de sus intereses partidistas y no de los públicos generales. El ejemplo más llamativo, la postergación de los presupuestos generales del Estado más de tres meses solo por el afán del PP de no perder las elecciones autonómicas andaluces. De igual modo ahora, una acusación sesgada para tratar de colocar al PSOE la responsabilidad en los desastres provocados por la propia ineptitud.

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