Del consejo editorial

Entre el norte y el sur

Ramón Cotarelo

Después del repaso televisivo a su contrincante, parece previsible que Hollande será el próximo presidente de la República francesa. A su vez, tras la sesión de investidura, Andalucía tendrá un gobierno de unidad de la izquierda. En ambos casos Rajoy se encontrará  confrontado a dos formas distintas, las dos progresistas, de hacer frente a la crisis, la una fuera y la otra dentro de nuestras fronteras.  Será difícil que esta complicada situación no se haga notar incluso en la peculiar inacción de un presidente ausente.

Ha durado ya mucho la hegemonía del pensamiento neoliberal que Aguirre profesa con la fe del carbonero. Demasiado, puesto que no solamente ha provocado la mayor crisis del capitalismo después de la de 1929, sino que la ha prolongado con sus disparatadas recetas de austeridad a toda costa, aplicadas con rigor teutón como bálsamo universal que no conoce diferencias siendo así que, en muchas ocasiones, lo bueno para un país es malo para otro porque las economías no se producen en serie, como los coches o los conejitos de Duracell. Es hora de probar otras fórmulas puesto que con el Consenso de Washington convertido en un "Diktat" de Berlín está claro que no hay salida sino perpetuación de la crisis.

Así, Rajoy tendrá que lidiar con una situación en la que, por el norte y por el sur, se le demostrará fehacientemente que sus medidas son contraproducentes, solo causan más recesión –con amenaza de depresión- y más crisis. Y se le demostrará de forma práctica, irrefutable, cuando las políticas socialdemócratas de combinar la austeridad con el relanzamiento económico den mejores resultados que los suyos. Francia le demostrará que la receta de someterse mansamente a las órdenes alemanas no es la solución y que, al contrario, un plan europeo de hacer frente a la crisis puede dar mejor resultado, para lo cual es preciso volver a definir la función del Banco Central Europeo, cosa enteramente fuera del alcance de Rajoy.

Algo similar sucederá en Andalucía cuyo gobierno de coalición (al margen de lo que piense algún desvariado émulo de Lenin) ya nace convencido de que todas las miradas y la esperanza de la izquierda están concentradas en él,  que tendrá que demostrar la viabilidad del proyecto de mezclar la inevitable austeridad y racionalidad del gasto con la conservación de las conquistas sociales que se aniquilan en el resto de España. Tanto Hollande como Griñán dejarán en claro que la política económica de la derecha en España, lejos de ser la respuesta "técnica" y "objetiva" que la crítica situación requiere, no es más que la aplicación a la realidad de una posición ideológica reaccionaria que trata de aniquilar de raíz los derechos de los trabajadores para así poder explotarlos mejor pues hace ya años que la patronal española sabe que, para salir de la crisis, es preciso aumentar la productividad, pero esa misma patronal sostiene que la forma más segura de aumentar la productividad es reducir los costes salariales de todo tipo, es decir, obligar a la gente a trabajar en situación próxima a la esclavitud. Se argumenta luego que la riqueza así creada revertirá sobre los sectores más desfavorecidos. Una fórmula que resultó falsa cuando el FMI y el banco Mundial la impusieron en América Latina y la arruinaron en los años ochenta y noventa con el fantasma de la deuda, como están intentado hacer ahora con una crisis europea  de la deuda similar a la que tenían los países emergentes. Una clara mentira a lo largo de los últimos años que sus partidarios seguirán  invocando pero no conseguirán convertir en verdad aunque la repitan mil veces.

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