Del consejo editorial

Seguir con la tarea

Ramón Cotarelo
Catedrático de Ciencias Políticas

Nadie, ni la delegada del gobierno en Madrid que, contra lo presagiado, ha guardado una relativa calma, niega hoy que el 12-M del 15-M haya sido un triunfo. El movimiento que muchos daban por difunto ha probado estar tan vivo como siempre, tener más apoyos y simpatía que nunca, saber actuar políticamente, acertar en el diagnóstico de los problemas y confundir a los simplificadores con propuestas aparentemente impracticables.

Ya nadie duda de que, con sus peculiaridades y originalidades, su carácter urbano y festivo, su falta de estructura vertical, su esencia asamblearia y espontánea, el 15-M se ha labrado un hueco permanente en la vida política de nuestra sociedad.  Ya nadie  duda de que, a su modo, incorpora vías de acción social y protesta nuevas y difíciles de reprimir y de que, en definitiva, es una especie de revolución con ritmos pausados pero eficaces.

El permanente intento de criminalización del movimiento por las autoridades en plaza no solamente no consigue su objetivo sino que fortalece la protesta. La acción desconcertada de las fuerzas del orden cuya mera presencia pone de manifiesto la cruda diferencia entre unos ciudadanos pacíficos que ejercen sus derechos y un absurdo aparato de represión que parece hecho de robocops, prueba que no hay contraestrategia preparada para esta forma de protesta pacífica, masiva, legal, permanente. Lo mismo sucede con las patrañas y estupideces con que el frente ideológico del gobierno, sus periódicos y emisoras, tratan de desprestigiar el movimiento. En la tarea hay algún periódico que tal parece un comic sin gracia pero con mala baba.

El 15-M desborda fronteras y es seguido cada vez por más gente en muchos puntos del mundo, en un proceso de internacionalización de la protesta que acabará teniendo consecuencias. Y, desde luego, el apoyo con que cuenta en España probablemente sea el más alto con mucho del que registra cualquier otro fenómeno o institución, excluido el fútbol. En realidad, más que de apoyo, hay que hablar de imbricación social porque, con la incorporación de los yayoflautas, el 15-M es un movimiento representativo del conjunto de la sociedad, de todos los estamentos, actividades y generaciones. Es, en realidad, la propia sociedad que, sintiéndose agredida por le estafa disfrazada de crisis del capitalismo y desamparada por quienes hubieran debido protegerla, ha generado su propio mecanismo de resistencia: amorfo, horizontal, fragmentario, espontáneo, líquido, inaprensible y, por eso indestructible, poco más o menos como ella misma.

Porque es el caso que todos los problemas señalados por el 15-M, todos sus diagnósticos y valoraciones son hoy compartidos por el conjunto de la población. Nadie se atreve a negar que el capital domina las relaciones humanas, que la democracia es insuficiente e imperfecta, que los ladrones campan por sus respetos dentro y fuera de los poderes públicos, que los políticos son una casta venal, que las instituciones están corrompidas y no son representativas y que un 1 por ciento de la sociedad trata como mercancía al 99 por ciento restante. Se dice, sin embargo, que si el 15-M diagnostica con rigor es en cambio incapaz de encontrar soluciones. Es muy posible, pero lo mismo pasa con los que el 15-M juzga responsables de la catastrófica situación, los banqueros, políticos, medios de comunicación, financieros o guías espirituales: tampoco aportan solución alguna con una diferencia importante: que ellos cobran por aportarla y se benefician por no hacerlo.

Tras el primer año de venturosa existencia, el 15-M aborda el segundo con un nuevo objetivo: identificar a los responsables de esta crisis/estafa, investigar su comportamiento, enjuiciarlo públicamente y pronunciar las condenas a que haya lugar. Se trata de reconocer algo simple: la crisis responde a fallos, errores, delitos cometidos por seres humanos, no por las fuerzas del averno, tiene responsables y no hay que dejar que se vayan impunes, sino que hay que exigirles responsabilidades y que paguen por ellos. Todos esos banqueros que se han llevado primas millonarias por arruinar sus entidades y defraudar a los impositores, esos políticos corruptos al servicio del capital y sus propios bolsillos, toda la caterva de colaboradores, cómplices y defensores intelectuales deben afrontar la responsabilidad por lo que han hecho.

Se tardará más o menos pero, al final, los responsables de este desaguisado monumental y quienes han hecho fortuna con él quedarán expuestos al juicio público. La sociedad no parece dispuesta a tolerar que un conjunto de sinvergüenzas, incompetentes y mangantes pueda hundir con sus trapacerías el cuarto banco del país y salir no solo indemnes, sino enriquecidos.

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