Del consejo editorial

Mujeres afganas y democracia

Óscar Celador Angón

La esencia de la democracia reside en que periódicamente los candidatos para gobernar presentan un programa electoral a la ciudadanía, la cual forma su opinión a través del ejercicio de sus libertades de expresión e información, y después traslada su decisión al respecto mediante el ejercicio de su derecho al sufragio. Pues bien, cualquier parecido entre lo que acabamos de describir y el proceso electoral recientemente celebrado en Afganistán no es más que una mera coincidencia.

Uno de los datos más preocupantes de las elecciones afganas es el papel que en las mismas han desempeñado las mujeres. Primero, porque la dignidad y los derechos y libertades de las mujeres chiíes han sido utilizados como moneda de cambio por el presidente Hamid Karzai, quien, con el objeto de ganar para su causa al voto fundamentalista, ha aprobado una ley que anula sus principales derechos, al subordinarlas en el terreno civil y de su libertad sexual a los deseos de sus padres y/o maridos. Y segundo, debido a que los talibanes han coaccionado y aterrorizado a la población afgana, pero en particular a sus mujeres, para que no ejercieran su derecho al voto.

Las estadísticas indican que los fundamentalistas islámicos han conseguido su propósito, ya que solamente ha votado aproximadamente el 50% de los electores y el 95% de las mujeres han optado por no participar en la cita electoral. El porcentaje de participación política femenina puede tener diversas lecturas, pero lo que resulta incuestionable es que desde la óptica democrática es inaceptable, pues parece imposible construir una sociedad civil soportada en la igualdad y en el goce de derechos y libertades fundamentales sobre los cimientos de la exclusión política por razón de sexo. ¿Qué valor pueden tener unas elecciones celebradas en un contexto social y político que ha permitido tácitamente que la mitad de la población electoral no participe en las mismas exclusivamente por su condición sexual? Y mucho más importante: ¿qué legitimidad política deben tener para Occidente los gobernantes que han sido elegidos de esta manera?

Los fundamentalismos religiosos siempre han conceptuado a la mujer como una mera posesión de los hombres en el sentido literal del término, por lo que defienden que su principal misión –como ocurre en todas las propiedades– es satisfacer los deseos y necesidades de sus dueños. De ahí que sólo a un ignorante se le pueda ocurrir que el hecho de que la Constitución de Afganistán establezca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres es suficiente para eliminar las desigualdades y los tratos inhumanos y degradantes que las mujeres afganas llevan padeciendo desde hace siglos.

No es nada sencillo transformar a una sociedad que en los últimos 40 años se ha caracterizado por presentar los mayores niveles de pobreza y analfabetismo mundial, las guerras civiles y el fundamentalismo islámico en una democracia de corte occidental; pero lo que es evidente es que la liberación de las mujeres afganas del yugo fundamentalista no se producirá mientras que estas continúen ausentes del juego político.

Profesor de Derecho Eclesiástico del Estado y de Libertades Públicas

Más Noticias