Del consejo editorial

La desigualdad y la crisis

Juan Francisco Martín Seco

En Estados Unidos, la Oficina Presupuestaria del Congreso (CBO) elabora anualmente estadísticas sobre la distribución personal de la renta, lo que debería ser causa de envidia para otros países, como España, en los que no existe ningún organismo oficial encargado de ofrecer esta clase de estadísticas. Hace unos meses, la CBO publicó un informe en el que se recogen datos desde 1979 a 2006 y que permite seguir la evolución de los distintos grupos de renta. Las cantidades se expresan en dólares de 2006 y se refieren a la renta de 116 millones de familias. Se consideran los ingresos de cualquier origen que recibe la familia, después de haber pagado el impuesto sobre la renta: sueldos, dividendos, rentas de la propiedad, prestaciones sociales dinerarias, transferencias, etc., de manera que las cifras incluyen ya el efecto redistributivo del Estado.

Los datos son enormemente expresivos de cómo en estos 27 años ha aumentado la desigualdad social. El primer rasgo a señalar es que la renta media de los hogares ha crecido en este periodo un 50%, lo que viene a significar un incremento promedio interanual del 1,16%, pero los ingresos de todos los americanos no han aumentado en ese porcentaje. El 80% está por debajo de la media y tan sólo el 20% de más renta lo ha hecho por encima (un 86%). Si a los hogares del primer quintil, es decir, al 20% con menores ingresos, les correspondía en 1979 un 6,8% de la renta total, en el 2006 les corresponde únicamente un 4,7%, mientras que los situados en el quinto quintil (el 20% de más renta) pasan de distribuirse el 42,4% de la renta en 1979 al 52,1% en el 2006. Quizás el dato más escandaloso corresponde a la evolución experimentada por el 1% de mayores ingresos. En 1979 se repartían el 7,5% de la tarta; en el 2006, el 16,3%.

Estos resultados, que tal vez no difieran mucho de los que se obtendrían en otros países, nos pueden irritar pero no extrañar. El dominio ideológico del neoliberalismo económico ha creado en estos años numerosos mecanismos que han dado lugar a este aumento de la desigualdad en la distribución de la renta: descenso de los salarios a favor del excedente empresarial, reducción de las prestaciones sociales, peores servicios públicos y reformas fiscales regresivas. Sin embargo, sí cabe hacer una pregunta: ¿cómo es posible entonces que en estos años se haya incrementado tanto el consumo privado? La respuesta no es demasiado difícil: mediante el endeudamiento. Frente a la reducción de ingresos de las clases populares, a estas se les ha facilitado financiación para que sigan consumiendo, y que así el PIB continúe incrementándose y aumentando los ingresos de las clases altas. Pero no hacía falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que era un crecimiento a crédito que no se podía prolongar hasta el infinito. En algún momento debía parar: el déficit exterior adquirió niveles difícilmente sostenibles y la crisis estalló. Se afirma ahora que ya entramos en la recuperación. Si no se corrigen los graves desequilibrios existentes, la salida será en falso y dentro de muy poco tiempo volveremos a las andadas.

Economista

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