Del consejo editorial

Alemania, Portugal

Carlos Taibo

Los resultados de las elecciones legislativas que acaban de celebrarse en Alemania y en Portugal no arrojan mayor luz en lo que se refiere a la respuesta que los ciudadanos despliegan, en las urnas, ante la crisis. Sólo un dato –el asentamiento de niveles altos de abstención– parece alimentar alguna certeza, en la forma de lo que se antoja un creciente

desapego con respecto a los partidos tradicionales. Lo anterior al margen, la conducta electoral de alemanes y portugueses se ajusta a patrones diferentes. En Alemania, por lo pronto, son visibles los efectos de un Gobierno de gran coalición –el que ha dirigido el país los últimos años– que ha respondido al prosaico designio de preservar para democristianos y socialdemócratas cuotas importantes de poder. Es lícito afirmar que el visible declive electoral de los segundos mucho le debe a la indefinición de un proyecto apenas distinguible del de la canciller Merkel, algo refrendado por una campaña en la que los socialdemócratas se han comportado como un cordial y comprensivo socio de Gobierno.

En semejante escenario a duras penas sorprenderá que la inquietante cercanía ideológica de los dos principales partidos alemanes haya servido de freno para eventuales tentaciones vinculadas con el voto útil. Así lo testimonian los más que aceptables registros electorales del FDP liberal, de La Izquierda y de Los Verdes. Tal y como van las cosas, de cualquier modo, no hay motivo para concluir que el partido socialdemócrata de mayor arraigo de cuantos han proliferado en Europa en el último siglo se disponga a aprender de lo ocurrido los últimos años. Lo de Portugal es harina de otro costal. Parece que en este caso el magro éxito electoral del Partido Socialista bebe ante todo de un fenómeno conocido: el temor a un acceso al poder de la derecha ultramontana ha dejado en un segundo plano la inanidad de las respuestas que los gobiernos de Sócrates han dispensado a una crisis que se prolonga durante años, inanidad que mucho tiene que ver con el color manifiestamente liberal de la propuesta de los socialistas portugueses, hoy ratificada por una clara propensión –ojalá los hechos lo desmientan– a buscar respaldos parlamentarios por la derecha. Las cosas como fueren, también en Portugal hay que tomar nota del ascendiente limitado que parece tener el voto útil: basta con rescatar al respecto los buenos resultados obtenidos por el Bloco de Esquerdas y la resistencia al hundimiento que muestran las listas promovidas por el Partido Comunista.No deja de ser llamativo, por cierto, que las opciones emplazadas a la izquierda del Partido Socialista obtengan en Portugal, una sociedad más bien conservadora y desmovilizada, una quinta parte de los votos emitidos.

Aunque los resultados de las generales alemanas y portuguesas no nos otorgan ningún conocimiento cierto–repitámoslo– en lo que hace a la reacción ciudadana ante la crisis, bueno será que certifiquemos que dan rienda suelta a dos modelos muy alejados del bipartidismo que impera por otros pagos. Semejante alejamiento de muchos electores con respecto al hechizo del voto útil parece, en medio de tanta miseria, una noticia moderadamente halagüeña.

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