Del consejo editorial

La familia cristiana, en la encrucijada

 ÓSCAR CELADOR ANGÓN

El demonio siempre ha sido el mejor amigo de la religión, ya que su amenaza o el temor a caer en sus tentaciones han contribuido a que los pobres mortales abracemos una creencia que nos proporcione seguridad y cobijo. Cada vez es más difícil mantener un discurso soportado exclusivamente en ángeles y demonios, en cielo o infierno, o en pecado y virtud. La necesidad de que una institución virtuosa defienda a la familia y la posición del Estado en este terreno son los nuevos ángeles y demonios, tal y como se escenificó el pasado domingo en la misa celebrada en la plaza de Colón de Madrid en "defensa de la familia cristiana".
La sociedad española ha cambiado notablemente el modelo de familia en las últimas décadas, de manera que el referente de familia cristiana parece estar en peligro de extinción.
Del modelo familiar de finales de los setenta –caracterizado por una pareja heterosexual casada canónicamente que no podía divorciarse–, se ha pasado a una sociedad en la que conviven junto a esa realidad social parejas de hecho, familias monoparentales, familias homosexuales y familias que son el resultado de varias de las apuntadas, debido a segundos o terceros matrimonios, uniones o separaciones.
Para los organizadores de la manifestación, el Estado es uno de los principales culpables de esta situación, ya que ha creado un marco jurídico que permite a sus ciudadanos separarse o divorciarse cuando son infelices en sus relaciones, que las parejas del mismo sexo puedan canalizar sus relaciones a través del matrimonio sin ser discriminados por su orientación sexual y, además, ha mostrado su intención de modificar la regulación del aborto mediante una ley de plazos.

La Iglesia católica parece ignorar que la regulación del derecho de familia operada por el Estado se soporta en el respeto a la libre decisión de los individuos y que, por lo tanto, no ordena a las parejas que se divorcien, a las mujeres que aborten, o elimina derechos que tuvieran los matrimonios entre personas de diferente sexo. En otras palabras, el Estado no ha puesto en peligro el concepto de familia cristiano, simplemente ha cumplido con su obligación de adaptar la legislación a las necesidades y demandas de la sociedad a la que sirve.
Ya han pasado los tiempos en los que el Estado español tenía la sagrada obligación de defender e imponer el modelo familiar cristiano, por lo que quizás sea la hora de que la Iglesia haga un examen de conciencia y comprenda que, o bien su doctrina no encaja con la mentalidad y forma de vida de los españoles, o bien son los españoles los que han decidido renunciar al modelo de familia católico.
El Gobierno, al que la Iglesia viene definiendo como laicista y perseguidor de la libertad religiosa, ha realizado todos los preparativos necesarios para que en una de las zonas neurálgicas de la capital pudiera celebrarse un acto religioso y para que determinados líderes religiosos católicos ejercieran su derecho a la libertad de expresión, con independencia de que este se canalizara de forma crítica con el Gobierno.
Esto es lo que exige el Estado de Derecho y da sentido a aquellas sabias palabras de Voltaire de que "no estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría mi vida para defender tu derecho a expresarlo". ¿Acaso alguien se esperaba otra cosa?

Óscar Celador Angón es Profesor de Derecho Eclesiástico del Estado

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