Del consejo editorial

El retorno al Edén

MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC

En Copenhague se ha iniciado la última etapa de un largo viaje cuyo destino final es recuperar el Edén, es decir, recuperar el dominio de la humanidad sobre el planeta Tierra, pero no para seguir esquilmándolo y explotándolo de forma despiadada, sino para cuidar de él, preservarlo de nuestros propios desmanes y hacerlo habitable para las generaciones futuras.

La cumbre del clima ha sido un fracaso para quienes iniciaron el viaje hace muchos años y esperaban llegar en Copenhague a la última estación. Pero entre ellos no estaban ni Estados Unidos ni muchos países en desarrollo, ni sobre todo los grandes países llamados emergentes. Ahora están. Es cierto que el acuerdo es débil, timorato y ambiguo, pero es la primera vez que estamos todos al pie de firma y que todas las naciones reconocen que hay que ponerse manos a la obra: limitar las emisiones de gases de efecto invernadero, contener el calentamiento global en límites soportables y compensar a los países en desarrollo transfiriendo fondos y tecnología y establecer sistemas internacionales de información y seguimiento de emisiones.

Falta mucho por hacer, pero menos que antes de Copenhague. Y es cierto que las expectativas eran muy superiores, pero quizá no fueran tan realistas. Recordemos: todavía hay movimientos ideológicos y políticos que prefieren dar la espalda al conocimiento científico y ningunear el cambio climático. Pues bien, ninguno de los líderes políticos del mundo actual, todos ellos presentes en Copenhague, se ha permitido el lujo de alardear de posturas negacionistas. El negacionismo no vende, y ya no venderá más. A partir de ahora, los climatólogos podrán dedicarse a trabajar en vez de tener que emplear sus energías en pelear con charlatanes. Y es posible que las empresas de energía se dediquen a encontrar nuevos negocios con energías limpias, en vez de justificarse poniendo en duda la evidencia científica.

Es cierto también que la cumbre ha sido bastante caótica en términos organizativos. Si se invita a miles de representantes de la sociedad civil para que presionen a los gobernantes, luego no se les puede echar de la reunión con la excusa de que los gobernantes necesitan tranquilidad para llegar a acuerdos. La participación social es esencial para el progreso de la democracia mundial, pero nos falta mucho que aprender para hacer esto compatible con la gobernanza efectiva de la nave Tierra. También en esto Copenhague dejará huella: ha sido un experimento social del que podemos aprender cómo hacer las cosas un poco mejor la próxima vez.

Por lo demás, es hora también de que los europeos nos sintamos orgullosos, a pesar del desaire final que nuestros gobernantes han sufrido. En términos prácticos, todo el movimiento mundial contra el cambio climático está siendo liderado, en gran parte, por Europa. Aunque creo que con ello sólo estamos haciendo lo debido: pagar la deuda contraída con el resto del mundo por haber utilizado de forma tan desaforada los recursos de la ciencia y la tecnología para esquilmar el planeta. Unos recursos que ahora debemos poner a disposición de todo el mundo para hacer el viaje de vuelta al paraíso perdido.

Miguel Ángel Quintanilla Fisac es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia

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