Del consejo editorial

La inmigración a debate

ANTONIO IZQUIERDO

Catedrático de Sociología

La democracia en España exige aprender dos idiomas como mínimo y a los españoles nos duele el bilingüismo. Por un lado están las generaciones crecidas en el franquismo, que dominan el lenguaje autoritario, y por el otro las nacidas en la democracia, que apenas balbucean el nuevo idioma. Necesitamos, entonces, desarrollar el debate público como un medio para entendernos y asentar la democracia. Esa cultura consiste en valorar el ejercicio del pluralismo, aceptar que la sociedad civil participa e influye y lograr que los partidos políticos se escuchen y acuerden.

Pensemos en el debate parlamentario sobre la Ley de Extranjería, que constituye un ejemplo de ese vacío cultural. El amplio desacuerdo de las fuerzas políticas se produjo por el empeño del Gobierno en aprobar una reforma que en su sustancia ofrece "menos de lo mismo". La construcción de un acuerdo marco requiere evaluar los resultados del actual modelo inmigratorio, discutir los pilares de otro escenario más acorde con su calado social y trazar el camino para transitar del primero al segundo.
Lo más significativo es que todos los grupos políticos presentaron enmiendas a la ley que ponen las bases del nuevo escenario, pero no estuvieron dispuestos a aprender unos de otros. La izquierda puso el acento en la participación política de la inmigración consolidada, el derecho de voto y la reforma del Código Civil para la naturalización. Las aportaciones de CiU y del PNV se centraron en los pilares institucionales y en los requisitos sociales de la integración. El PP ofreció discutir la selección de los inmigrantes y la distribución de competencias en la Administración General del Estado. Mientras que el PSOE señaló la importancia de encajar las expectativas de los inmigrantes con el entramado social del lugar donde se instalan. Todo lo cual se resume en un modelo complejo de flujos y en discernir aquello que afianza el compromiso de los inmigrantes con el futuro del lugar donde viven.
El primer escollo para cualquier acuerdo en esta materia está en que los partidos políticos hacen un análisis superficial de los resultados electorales en zonas de alta concentración inmigrante. Su razonamiento elude el examen de las flaquezas que presenta su organización en esos lugares. Tampoco se desarrolla una reflexión rigurosa acerca de cuáles son las bases de la ideología negativa sobre la inmigración que heredamos del franquismo. Pese a ello, hubo zonas de alta densidad migratoria donde el electorado emitió un voto de integración que el continuismo político, poco a poco, va mermando.

Es cierto que el debate público sobre inmigración rebasa la discusión partidista de la ley. Pide repensar los cuatro pilares del sistema inmigratorio, es decir, los fundamentos de nuestra percepción sobre la inmigración, el modelo complejo de flujos y de gestión del trabajo y las variantes en los procesos de integración en cada contexto receptor. Y ese debate nos obliga hoy a desenmascarar la ideología del "chivo expiatorio" reconociendo que los inmigrantes no han sido los culpables de la crisis, sino los más golpeados.

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