Del consejo editorial

'Circus Christi'

ÓSCAR CELADOR

Profesor de Derecho Eclesiástico del Estado y de Libertades Públicas

La historia de España no puede entenderse sin tener en cuenta el papel que las creencias y las convicciones han
desempeñado en su cultura y modelo político, algunas veces para bien, pero muchas otras para justificar la discordia y los conflictos entre hermanos.

Uno de estos casos es el que acaba de acontecer en Granada con ocasión de la exposición denominada Circus Christi, compuesta por 14 fotografías que ilustran la interpretación que su autor hace del Nuevo Testamento. Los protagonistas de las fotografías son homosexuales, mujeres liberales y traficantes de drogas, y a través de las mismas se recrea la vida de Jesucristo. El contexto elegido para la exposición ha sido la Universidad de Granada, un foro caracterizado por la libertad académica, que se manifiesta en las libertades de cátedra, de investigación y de estudio. La reacción de un sector de la sociedad civil, primero amenazando directamente al autor de la exposición y, después, manifestando su profundo malestar por lo que consideran un ataque contra sus convicciones personales, ha servido para que finalmente la Universidad haya clausurado la exposición por motivos de seguridad.
La exposición fotográfica objeto de debate es una manifestación del derecho, protegido en nuestra Carta Magna, a la libertad de expresión y a la producción y creación literaria, artística, científica y técnica. También dice la Constitución que el ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa, pero debe realizarse respetando los derechos y libertades fundamentales de los demás y, entre ellos, su derecho a la libertad religiosa. El equilibro entre ambos bienes jurídicos (la libertad artística y la religiosa) es muy delicado y exige que las partes sean tolerantes y hagan uso de cierta dosis de sentido común.
La exhibición puede no ser del agrado de muchos creyentes, e incluso que algunos la perciban como un ataque a sus convicciones, y probablemente por ese motivo se celebró en una sala de exposiciones de acceso libre. Ahora bien, aquellos que se sienten ofendidos deberían tener en cuenta que existen numerosas manifestaciones de sus legítimas creencias que pueden desagradar a los que no las comparten como, por ejemplo, las imágenes y el espectáculo que acompaña a las procesiones de Semana Santa, con la diferencia de que estas se desenvuelven en espacios públicos.
La convivencia y la paz social sólo es factible en un contexto de respeto mutuo, donde el dicho de Voltaire de que no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo, sea una realidad. Los poderes públicos tienen la obligación de salvaguardar el pluralismo ideológico y religioso, y al clausurar la exposición se ha creado un precedente muy delicado, que esperemos que no sirva para que en el futuro, al igual que se hacía en otras épocas que pensábamos que estaban felizmente superadas, haya que someter las manifestaciones artísticas a la censura previa para evitar herir la susceptibilidad de aquellos que estos días han dado un ejemplo tan grande de fanatismo e intolerancia.

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