Del consejo editorial

El vaivén migratorio

ANTONIO IZQUIERDO

Catedrático de Sociología

Arriesguemos ideas sobre el vaivén migratorio en tiempo de crisis. A qué obedece y quién lo protagoniza. Qué oportunidades nos brinda y cuáles nos cierra. Porque, según las estimaciones del INE sobre la evolución demográfica actual, el trasiego que aparece en 2009 tiene bastante fuste. Justo en el año en el que el desempleo extranjero ha crecido con más fuerza, los foráneos entraron y salieron de modo masivo. Eso sí, el poso que nos deja tanto movimiento, según parece, será muy escaso. En otras palabras: se han producido unos flujos formidables de entradas y salidas que han dejado un sedimento muy delgado.

Los cálculos dicen que, durante el último año, los flujos exteriores de ida y vuelta han sido abultados, pero la novedad reside en su relativo equilibrio. Nada menos que 450.000 entradas de extranjeros frente a 399.000 salidas. Estas cifras no incluyen a los inmigrantes y emigrantes españoles que también van y vienen. Pero, aunque las corrientes han sido de calibre grueso, lo que se ha desplomado ha sido el saldo neto. Entre 2002 y 2007 hemos cosechado saldos que superaban los 600.000 personas y, en sólo dos años, los hemos rebajado primero a 450.000 y por último a 50.000 personas.
Las altas de residencia llegaron a su cima en 2007 con más de 900.000 inscripciones y han caído a la mitad en 2009. Sin embargo queremos subrayar que las entradas –y ahora también las salidas– siguen teniendo una gran envergadura. Y, aunque disminuye, es muy notable el movimiento entre provincias y comunidades autónomas. Nada menos que 742.000 intercambios provinciales se estimaron el año pasado y casi 600.000 entre comunidades autónomas. ¿Todo este remolino externo e interno está agitando el fondo? ¿Altera la composición de la población foránea? Creemos que sí en el detalle porque los flujos se acoplan a la coyuntura de manera diversa según la nacionalidad y la antigüedad pero no en el conjunto.
Si en los flujos de entrada caben más mujeres, menores e inmigrantes no comunitarios, eso apuntaría hacia el arraigo. Porque el proyecto laboral y familiar de las mujeres está construido con más decisión. Por el contrario, si en las salidas resaltan los varones que estrenan residencia, eso significará que se van los trabajadores indocumentados y recientes con poca red de apoyo. Estaríamos en presencia de flujos de arrastre familiar y de ayuda laboral en un caso y de fuga de mano de obra sin anclajes en el otro. Unas son corrientes de afirmación vital y otras de frustración laboral. La hipótesis es que las mudanzas que ocurren en tiempo de tribulaciones son de naturaleza compleja y decidida.
Desde luego, sólo se trata de conjeturas esbozadas sobre una síntesis estadística. El seguimiento del movimiento real exige mejorar la coordinación entre los tres niveles de gobierno para distinguir dónde invertir en integración y dónde intervenir en el control. Pero es menester concluir que el padrón resulta crucial para que la acción pública se asiente sobre datos fiables y no sobre prejuicios. El resumen es claro: en la crisis no hay reposo migratorio sino movimientos de carácter diverso y de signo distinto.

Más Noticias