Del consejo editorial

Inundaciones e imprevisión

CARME MIRALLES-GUASCH

Profesora de Geografía Urbana

Una de las noticias más repetidas a lo largo de todo el invierno fueron las fuertes lluvias caídas en Andalucía. El temporal no dio tregua a este territorio y lo excepcional no fue sólo la cantidad caída, sino su frecuencia. Ha llovido mucho y lo ha hecho sobre una tierra mojada que no podía retener más cantidad de agua, lo que ha provocado crecidas de ríos e inundaciones. Hace unos días, 70 de los 84 embalses andaluces habían abierto el grifo y estaban desembalsando agua.
Las lluvias torrenciales aparecen periódicamente en todo el litoral mediterráneo. De hecho, las tres comunidades autónomas con mayor riesgo de inundaciones son Andalucía (22,5%), Valencia (19,6%) y Catalunya (18,6%), aunque el hecho de que ocurran espaciadas en el tiempo hace que apenas se recuerde cuándo sucedieron por última vez.

Sin embargo, estos fenómenos climáticos desmedidos se están dando cada vez con mayor frecuencia. De hecho, los expertos en cambio climático vienen transmitiendo dos mensajes: un incremento de la temperatura media del planeta y, en consecuencia, un aumento de la frecuencia de los episodios climatológicos extremos: más y mayor intensidad de los temporales y de las correspondientes inundaciones que pueden producirse por el desbordamiento de los ríos, como el del Guadalquivir, o por anegamiento de los puntos bajos del territorio.
Estos nuevos patrones de lluvia requieren nuevas adaptaciones a las realidades que parece que se avecinan. Y adaptar significa, entre otras cosas, gestionar conjuntamente el agua y la ordenación del territorio. Especialmente en aquellas zonas potencialmente inundables. Unas zonas que deben ser evaluadas según el riesgo de inundación a través de los Mapas de Peligrosidad y de los Planes de Gestión del Riesgo.
En estos espacios, donde existe un riesgo creciente de inundación y hay bases infundadas de peligrosidad, no se puede construir y se tienen que gestionar con sensatez y sentido común, pero con la máxima seriedad, aquellos lugares que ya están construidos. Porque, aunque la percepción del riesgo es siempre difusa y se diluye en el tiempo, este existe y parece que aumentará.
Ahora más que nunca es necesario delimitar con precisión las zonas donde no se puede urbanizar y además hacer cumplir esta prohibición con planes de protección y planes urbanísticos que protejan a los ciudadanos de riesgos anunciados y evitables.

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