Del consejo editorial

Complicidades paralizantes

JOSÉ MANUEL NAREDO

Economista y estadístico

Llevamos dos años de crisis sin que se haya disipado todavía el oscurantismo que reina en torno a ella y a sus perspectivas. Y es que sigue habiendo una especie de pacto de silencio entre el Gobierno del PSOE y la oposición del PP para no hablar con claridad de los factores que la desencadenaron. ¿No sería ya hora de empezar a llamar las cosas por su nombre para identificar sin tapujos los problemas y su posible tratamiento y evolución?

La dificultad estriba en que ello pasa por desinflar el triunfalismo de los gobiernos de los últimos lustros y responsabilizarlos de los errores y dejaciones que acabaron llevando a la economía española a la lamentable situación actual. Hay que empezar recordando que la economía española pudo recuperarse con facilidad del pinchazo de la burbuja inmobiliaria anterior (la que se desinfló tras los festejos del 92) saneando sus déficits y recobrando su competitividad gracias a dos instrumentos a los que hoy no puede recurrir: la devaluación de la peseta y la bajada del tipo de interés. La posterior entrada en el euro reforzó la atractiva posición de la economía española para los capitales del resto del mundo, animando la burbuja inmobiliario-financiera y la cultura caciquil del pelotazo.
Y mientras España alardeaba de cumplir bien con el Tratado de Maastricht al controlar el déficit y el endeudamiento público, dejaba volar el endeudamiento y el déficit privado frente al exterior. Tras haber devorado el ahorro interno, la burbuja inmobiliaria se siguió financiando con cargo al exterior durante los últimos años del auge. La gran irresponsabilidad del Gobierno y del Banco de España fue consentir que siguieran engordando los riesgos inmobiliarios del sistema financiero que luego tendrían que apuntalar. Pues, como era previsible, el proceso especulativo acabó muriendo por estrangulamiento financiero cuando los pasivos emitidos por la economía española empezaron a generar desconfianza y faltó la liquidez tan abundante y barata que lo venía nutriendo.
Pero, en vez de establecer desde el principio planes para reconvertir el andamio inmobiliario-financiero que generó la crisis, se desvió la atención hacia otros campos, al mismo tiempo que en el lenguaje oficial sigue estando vetado hablar de burbuja inmobiliaria, como lo está mencionar la cuerda en la casa del ahorcado. ¿Se romperán alguna vez las complicidades con ese statu quo que está arruinando al país?

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