Del consejo editorial

La gestión del riesgo

MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC

Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia

Por qué nos hemos gastado millones de euros en vacunas contra la gripe A? ¿Por qué hemos dejado tirados por los aeropuertos a cientos de miles de ciudadanos que no han podido coger su avión para volar a sus destinos?

En el primer caso, porque la Organización Mundial de la Salud había cambiado, al parecer, los criterios para la declaración de pandemias. Los nuevos criterios se referían a la velocidad y tipo de transmisión de un virus, no a su gravedad para la salud, pero resultó difícil entender que una pandemia podía no ser tan grave. En el segundo caso, el origen del problema ha sido la explosión de un volcán en Islandia que ha llenado los cielos de Europa de una extensa nube de cenizas y, a la luz de algunas experiencias anteriores, los responsables europeos han considerado que existía un riesgo grave de accidente para la aviación comercial.
En ambos casos, instituciones de la sociedad globalizada han aplicado con contundencia el llamado principio de precaución o de minimización de riesgos. Si la gripe es muy contagiosa, es posible que también sea mortal, así que prepárate para vacunar a todo el mundo. Si hay cenizas en el aire y un avión las atraviesa, puede haber un accidente, así que prohíbe los vuelos comerciales hasta que desaparezca la nube volcánica.
El comportamiento humano no sigue una pauta uniforme en relación con el principio de precaución. Si lo aplicáramos siempre a rajatabla, nunca haríamos nada que no hubiéramos hecho antes, lo que nos condenaría a la inacción. Pero, por otra parte, seguro que su aplicación nos ha librado muchas veces de problemas graves: si sospecho que un charco es en realidad una ciénaga pantanosa y puedo bordearlo, no me molestaré siquiera en probar que lo es, me abstengo de pasar por encima y lo rodeo. Mantener el equilibrio prudente entre la audacia sensata y el terror paralizante no es tarea fácil. Pero, mal o bien, la humanidad ha ido aprendiendo a gestionar razonablemente las situaciones de riesgo, mejorando nuestra información y ponderando las alternativas disponibles.
Lo que seguramente ocurre en nuestro tiempo es que el nivel de riesgo que las instituciones globalizadas pueden asumir es excesivamente bajo y eso puede conducir a una parálisis generalizada de nuestra sociedad: situación sumamente peligrosa ante la cual el principio de precaución nos aconsejaría actuar, elevando nuestra tolerancia al riesgo.

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