Del consejo editorial

Paradojas de la crisis

RAMÓN COTARELO

Catedrático de Ciencias Políticas

Nadie parece haber predicho la que, por acuerdo general, es la peor crisis del capitalismo desde 1929. Los expertos estaban demasiado ocupados tratando de comprender la mundialización y de beneficiarse de ella. Son los mismos expertos que, paradójicamente, formulan hoy las recetas de recuperación basadas en el principio de que la crisis la paguen los que más la sufren. Argumentaron que era necesario refundar el capitalismo, propósito incomprensible dicho por quienes lo gestionan, y añadieron que hay que acabar con el capitalismo de casino, concepto que tampoco es meridiano. Entre tanto, recetas de recuperación.

En realidad no hay escapes nacionales de la crisis porque la economía se ha mundializado. Otra paradoja: no es la clase obrera la que se ha internacionalizado; ha sido el capital. Con la globalización, que es económica y financiera, pero no jurídica ni política, el capital se ha independizado del poder de los estados que, sin embargo, siguen siendo las únicas instancias capaces de formular normas vinculantes, ya que el orden internacional carece de toda capacidad coactiva.
La única solución a una crisis planetaria es una instancia jurídica y política planetaria, perspectiva que ni se avizora en el horizonte. En el ínterin, allí en donde gobierna, la izquierda tiene que resignarse a gestionar los intereses del capital porque carece de poder para doblegarlo. En la izquierda de esta izquierda se aduce que el Gobierno se ha rendido ya del todo al capital y va a cargarse los restos del Estado del bienestar. Es paradójico que hoy defiendan el Estado del bienestar quienes ayer lo criticaban por ser un instrumento de desmovilización obrera. Y que la derecha salga diciendo que es el partido de los trabajadores ya es portentoso.
Penúltima paradoja: los sindicatos, hasta ahora dialogantes, se ven obligados a convocar una huelga general, arma decisiva de la clase obrera, a tres meses vista, como las letras de cambio. Porque, con más de cuatro millones de parados de ejército industrial de reserva, que decía Marx, no está la caja para dispendios. En tres meses puede haber pasado de todo. Que los sindicatos y los empresarios por fin se pongan de acuerdo o que el Gobierno, cediendo al PP, imponga el tijeretazo por decreto y también por ley aparte, con lo que, de aprobarse esta, la huelga general no se hará contra el Gobierno, sino contra el Parlamento.

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