Del consejo editorial

El populismo hidráulico como artimaña política

JOSÉ MANUEL NAREDO

Economista y estadístico

El populismo hidráulico vuelve a la carga en la costa levantina, como cortina de humo para soslayar los escándalos de corrupción que envuelven a algunos de sus principales gobernantes. Y esto ocurre cuando las exigencias de ese populismo tienen menos sentido que nunca. Pero poco importa la sinrazón general de los proyectos que se enarbolan cuando lo que se valora es que arrojen buenos réditos electorales y permitan atraer dinero público hacia determinados bolsillos privados.
El proyecto de trasvase del Ebro, que ahora tratan de resucitar los gobiernos del PP de Valencia y Murcia, carecía ya de justificación técnica y económica antes de que fuera derogado. Pues incumplía los tres requisitos elementales que podrían justificar un trasvase, a saber, que la cuenca cedente disponga en el punto de toma del trasvase de agua con la cantidad, calidad y cota necesarias para desplazarla por gravedad y utilizarla sin problemas en los puntos de destino. En lo que concierne a la cantidad, la tradicional irregularidad de la cuenca del Ebro hizo que, en seis de los últimos diez años considerados en el propio Plan Hidrológico Nacional 2000, no aportara el "excedente" previsto que se pretendía trasvasar. A esta insuficiente cantidad se añade la mala calidad del agua en la cuenca baja del Ebro que, además de venir muy cargada de sales, alberga toda clase de contaminaciones, cuya corrección exigiría costosos tratamientos no contemplados en el proyecto. Para colmo, la cota del punto de toma previsto apenas supera la del nivel del mar y, como el territorio no acostumbra a ser llano, el transporte del agua tendría que realizarse a fuerza de bombeos. En suma, que aportar agua de calidad por este procedimiento a las zonas más emblemáticas de destino de Murcia y Almería costaría más del doble en energía y en dinero del coste de obtenerla in situ, desalando agua del mar.
Nuevos acontecimientos agravan hoy lo absurdo de este proyecto. Cuando el Gobierno del PSOE derogó hace seis años el trasvase del Ebro, en vez de cuestionar las infladas "demandas" que lo respaldaban, compitió en abastecerlas recurriendo a la desalación. Y, tras instalar un evidente exceso de capacidad en plantas desaladoras, la obcecación del PP en resucitar ahora el trasvase raya en el surrealismo, cuando además la crisis está imponiendo recortes presupuestarios. El agua sigue siendo, así, objeto de un despilfarro interesado.

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