Del consejo editorial

El matrimonio religioso, en crisis

ÓSCAR CELADOR

Profesor de Derecho Eclesiástico del Estado y de Libertades Públicas

El retrato sociológico que acaba de ofrecer el Instituto Nacional de Estadística referido al año 2009 era predecible, e ilustra de forma precisa hacia dónde se dirige el modelo familiar español del siglo XXI. En unas pocas décadas, los españoles hemos abandonado el modelo familiar tradicional, generalmente formado por una pareja casada canónicamente que engendraba una numerosa prole, y hemos pasado a otro en el cual los matrimonios civiles superan a los religiosos y las familias españolas han decidido que no quieren tener hijos. No estamos ante predicciones estadísticas sino ante la cruda realidad que, si bien viene a cerrar un proceso que comenzó a gestarse cuando, gracias a la instauración de la democracia, los españoles pudieron casarse o divorciarse civilmente con total libertad, nos permite apreciar en toda su plenitud el grado de secularización que ha alcanzado la sociedad española.
Ahora bien, ¿qué ha pasado para que en un espacio tan corto de tiempo nuestra sociedad haya mutado de una forma tan radical? La respuesta a este interrogante es tanto jurídica como sociológica. La configuración jurídica actual de las relaciones de pareja permite a sus integrantes elegir, en el caso de que decidan contraer matrimonio, entre: por una parte, un matrimonio religioso con plenos efectos civiles que, en el caso de ser católico, es indisoluble y está fundamentado en la generación de descendencia y en su educación en determinados principios religiosos; o por otra, un simple contrato civil cuyo contenido y duración deciden libremente las partes. Pues bien, a la vista de las estadísticas, parece que la sociedad española se está decantando mayoritariamente por la segunda opción, especialmente si se piensa que los matrimonios civiles superan holgadamente a los religiosos sin contabilizar las uniones de hecho. Asimismo, hay que tener en cuenta la lenta pero imparable inversión cultural que ha experimentado la sociedad española, en la cual poco a poco se ha ido difuminando lo que es y lo que no es políticamente correcto en el terreno de la familia, lo que ha permitido que las parejas decidan sin prejuicios ni complejos qué forma quieren dar a su relación, cuándo comenzar o finalizar la misma, o el número de hijos que quieren tener.
Así las cosas, parece que el modelo familiar tradicional está en caída libre, y es que la familia tampoco podía escaparse de pagar el precio de la libertad.

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