Del consejo editorial

Vacaciones para quienes cuidan

CARMEN MAGALLÓN

Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

Para muchas personas, este es tiempo de vacaciones. Tiempo de desconectar de las tareas ordinarias, de las rutinas y de las responsabilidades. Pero hay un colectivo –en las circunstancias actuales, seguramente más–al que las vacaciones no suelen llegarle. Ni tampoco la jubilación. Se trata de quienes realizan tareas de cuidado, tan necesarias y a la vez tan invisibles. Ya Virginia Woolf escribió al respecto: "Porque todas las cenas están cocinadas, todos los platos y tazas lavadas; los niños han sido enviados a la escuela y se han abierto camino en el mundo. Nada queda de todo ello. Todo se ha desvanecido. Ni las biografías ni los libros de historia lo mencionan. Y las novelas, sin proponérselo, mienten".

El trabajo de cuidado no es sólo tareas domésticas. Además de su contenido material, conlleva una riqueza de intercambios y matices difícilmente reflejables en una lista. La convivencia, la crianza, el apoyo a la diversidad funcional y el cuidado de personas mayores y enfermos, temporales o crónicos, exigen fundamentalmente tiempo. No me gustaría presentarlo como algo penoso, porque también es fuente de satisfacción. O, mejor dicho, podría serlo, si la organización social fuera más acorde con nuestra condición de especie vulnerable.
Desde un pensamiento que pugna por una cultura de paz, se subraya el déficit que arrastra una tradición histórica, la nuestra, en la que la ciudadanía va ligada a la propiedad y al servicio de armas, pero no al cuidado afectivo y material que sostiene la vida. Por eso es un acierto que el Ayuntamiento de Zaragoza haya desplegado una campaña de publicidad con paneles que muestran un hombre o una mujer diciendo: "Yo soy cuida-dano", "Yo soy cuidadana". Magnífico. Por primera vez, veo proyectada públicamente la idea de que el cuidado nos hace ciudadanos. No sólo votar o participar en la producción y pagar impuestos.
En cuanto a la ley de la dependencia, siendo un paso no despreciable, no deja de ser un paliativo. Sólo hace visibles los casos extremos. Pero no apunta en la dirección de reestructuración de fondo, al modo en que reclama la economía crítica: la conceptualización e incorporación de los espacios de cuidado al análisis económico y la organización de la sociedad. Mientras tanto, sin valoración social y sin estructura de reparto y relevo, quienes se hacen cargo de las tareas de cuidado seguirán sin vacaciones.

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