Del consejo editorial

Turquía tras el referéndum

ALFONSO EGEA DE HARO

Profesor de Ciencia Política

La reforma constitucional del pasado 12 de septiembre en Turquía ha sido saludada tanto por la Unión Europea como por EEUU, que la han calificado como un paso en la dirección correcta. Esta reforma supone un reequilibrio entre el poder legislativo y el judicial (entre otras medidas, el Parlamento elegirá un número de miembros de la Corte Constitucional), así como una limitación de los privilegios de los que disfrutaba la elite militar turca. Desde la oposición, el referéndum se presentó como un intento de minar el secularismo que debe presidir las instituciones del Estado y como una manifestación de la creciente religiosidad en el espacio público.

La mirada de los países occidentales sobre la evolución política de Turquía se ha resuelto tradicionalmente en la pugna entre islamismo y secularismo. Sin embargo, en esta ocasión el apoyo de los países occidentales al partido islamista Justicia y Desarrollo, en el poder desde 2002, y a su agenda de reformas parece estar cambiando la tradicional visión que se tiene de la política en los países de mayoría musulmana. Más allá de la interpretación de los resultados, lo que se planteaba en la consulta eran cuestiones que forman parte del normal debate político en los países occidentales, como el diseño del poder judicial y su sometimiento al control democrático o el poder e influencia del ejército en la arena política. También, y como ocurre en los países occidentales, la afiliación partidista pareció influir más que el conocimiento de la reforma en la orientación del voto.
El referéndum abre un camino de ulteriores reformas en las que el país ha de tomar importantes decisiones, como si avanzar hacia el presidencialismo o el parlamentarismo o encontrar una solución a la cuestión kurda. Este camino no está exento de dificultades. De un lado, los resultados muestran un espacio político dividido en el que un 58% de los votantes ha apoyado una reforma sobre la que se pronunció un amplio 77% del electorado. De otro lado, la estrategia de "ningún problema en política exterior" de Ankara parece difícilmente sostenible en un país en medio de distintos focos de tensión internacional como Irán, Chipre o el conflicto árabe-israelí.
En este contexto, la mirada de Occidente ha de seguir evaluando los resultados como algo más que una cuestión puramente religiosa en un país clave y que está contribuyendo al equilibrio geopolítico en la región.

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