La historia del olimpismo español le tenía reservado un hueco a la esgrima. Una práctica que se remonta siglos atrás y que provocó miles de muertos hasta que en a finales del siglo XIX se prohibieron los duelos. A partir de ahí, este recurso que usaban los 'caballeros' para salvar su honor se convirtió en deporte. España, precisamente, fue su origen. Y desde entonces nuestro país no había sido capaz de lograr ninguna medalla en unos Juegos Olímpicos.

Pero para romper esa racha estaba destinado José Luis Abajo. 'Pirri', como le conocen sus allegados, no tiene el aspecto revertiano de hombre chupado, bigote espigado y tranquila determinación. Fue ganando sus combates a base de agresividad, de constantes ataques. En la semifinal no pudo con el, a la postre, campeón olímpico. Pero le queda la opción del bronce. Y no la desaprovechó. Los nueve minutos reglamentarios se agotaron con el marcador 7-7, 'Pirri' aguantó hasta el último segundo para asestar la estocada definitiva a su rival húngaro.

Un final trepidante, una explosión de alegría, una medalla grabada a fuego. Abajo toma el testigo de Samuel Sánchez y pasará a los anales por conseguir la medalla número cien de España en unos Juegos. El tirador se quitó rápidamente la protección de la cabeza, levantó el puño y se chupó el dedo. Su hijo pequeño era el destinatario del gesto. Tras él se fue corriendo a abrazar a su mujer y familia. 'Pirri' ha vuelto a hacer grande a la esgrima, la ha sacado de los libros y la ha trasladado a la realidad, a los titulares. Y de ahí pasará a la historia.