Desde lejos

Votar mal

Se supone que lo que hay que decir en democracia es que los votantes siempre tienen razón. Incluso hemos acuñado algunas frases que inciden en esa idea y que parecen incuestionables, del tipo de "el pueblo es sabio", "la gente sabe muy bien lo que vota" o "la mayoría nunca se equivoca". Supongo que es una manera de avalar filosóficamente los resultados de las urnas y de exigir respeto a los cargos electos. Aunque, desde luego, a estas alturas de la película está claro que no todos los cargos electos se merecen ese respeto por el mero hecho de serlo.
No se lo merecen quienes utilizan la confianza de los votantes para robar y enriquecerse. Quienes malversan el dinero público. Quienes mienten descaradamente y dicen A para luego hacer Z. Quienes venden los intereses y el bienestar de los ciudadanos. O quienes simplemente los desprecian. Quienes afirman cosas

inaceptables en una sociedad que se precie (como esas tan repugnantes del alcalde de Valladolid). Quienes, de una u otra manera, hacen daño a la ciudadanía.
Sin embargo, ahí siguen muchos de esos mangantes, mandato tras mandato, elegidos una y otra vez como si fueran los mejores gestores. Hay gente (masas acríticas, casi siempre cercanas a los partidos de derechas: los de izquierdas somos en principio más exigentes) que regala su voto alegremente a un buen puñado de impresentables. Siento decirlo, pero a veces los votantes también se equivocan, aunque debamos aceptar sus decisiones para preservar el juego. ¿O acaso no fue la mayoría del pueblo alemán la que votó democráticamente al Partido Nazi y le dio el poder para ejecutar a la democracia?

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