Desde lejos

Absurdo

Acabo de pasar unos días en Asturias, mi tierra, una región que en los últimos años, como toda España, se ha visto atacada por una proliferación de nuevas edificaciones: pueblos de la costa asolados por horrendas urbanizaciones, villas del interior rodeadas por cinturones de pisos vomitivos, zonas rurales salpicadas de viviendas cuya fealdad contrasta con la belleza y sabiduría de las viejas casas de arquitectura popular.
Visito la zona de Covadonga, que conozco bien. Me encuentro,

a las puertas mismas del Parque Nacional, con montones de
hoteles y restaurantes que a menudo imitan lo tradicional, pero se anuncian con letreros luminosos tipo Broadway. Me cuentan que, por fortuna, ha suspendido pagos una promotora que pretendía construir mil viviendas en la zona, en medio de un monte que iba a ser destruido para levantar allí a saber qué monstruosidades.

Por supuesto, todo esto se hace con las licencias del Principado de Asturias. Pero a la vez me informan de que esa institución niega cualquier permiso para rehabilitar viviendas cercanas a las carreteras, porque de esa manera pagará menos en caso de expropiarlas para ampliar el asfalto. Y de que el Reglamento de Ordenación del Territorio y Urbanismo prohíbe no sólo construir en zonas rurales casas de más de 400 metros, sino incluso reformar viviendas o conjuntos de edificaciones ya existentes que tengan ese tamaño, que se reducirá en breve hasta los 300 metros. Entretanto, proliferan los desmanes arquitectónicos por todas partes. Realmente, muchas decisiones de las Administraciones son tan absurdas que rozan lo increíble.

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