Desde lejos

Algo huele a podrido en la Justicia

Días para hablar de la Justicia y sus infinitos problemas: manifestaciones a favor del maltratado Garzón y en contra de la triste –aunque quizá inevitable– sentencia del caso Marta del Castillo. La gente, por fin, empieza a rebelarse contra los siempre intocables jueces (a los que habría que añadir los legisladores). Al mismo tiempo, anuncios de reformas de la vicepresidenta y del ministro Gallardón. Parece que el Gobierno se toma en serio a ese desprestigiado pilar de la democracia, y así debe ser. Pero la cosa es tan compleja, que me temo que no bastará con algunos remiendos.

Exagerada judicialización de los conflictos, a falta de instituciones de arbitraje y mediación. Un corpus legislativo hinchado, demasiado confuso y abierto a interpretaciones personales. Excesivas penas de cárcel para delitos que podrían ser castigados con trabajos sociales y que convierten a nuestras prisiones en las más pobladas de Europa. Escasez de medios y recursos, de juzgados, jueces y funcionarios, y de miembros de la Policía Judicial. Y en consecuencia, retrasos agotadores.
Esos son tan sólo algunos de sus conflictos más notables. Por no hablar de la "partidización" –que es más que simple politización–, de la descarada manera en que muchos jueces de los altos tribunales se ponen al servicio de los partidos y sus intereses. Encabezados por los miembros del Consejo General del Poder Judicial. Culpas repartidas: a los magistrados, las suyas, pero también a los legisladores y a los políticos. Y o se arregla todo eso –y mucho más–, o no podremos hablar de una democracia asentada y digna. ¿Será tan difícil?

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