Desde lejos

Sin tabaco y demás venenos

Ya estamos de lleno en el año en el que este Gobierno que tanto nos quiere nos hará la vida un poco más difícil a los fumadores. Yo estoy dispuesta a ser una buena chica y seguir acudiendo como si nada a restaurantes, bares y discotecas siempre y cuando los administradores que tan bien cuidan de nuestra salud y del bienestar de los no fumadores acaben con ciertas situaciones que causan tanto daño o más que el tabaco.

1. Puesto que no tengo coche, exijo que se prohíba el tráfico de vehículos privados, cuya contaminación genera 16.000 muertes al año en España frente a las 1.500 de los "fumadores pasivos". 2. Como apenas bebo, exijo igualmente que se prohíba el alcohol, que produce muertes y tragedias familiares, además de dar lugar a esos borrachos pesadísimos a los que todos tenemos que soportar. 3. Que se cierren todas las empresas contaminantes y se persigan en serio los vertidos a ríos y mares. 4. Que los animales cuya carne comemos sean alimentados de manera natural y no con piensos que pueden resultar venenosos (recuérdese el mal de las vacas locas). Y que dejen de utilizarse pesticidas y abonos químicos en las frutas y verduras. 5. Que se prohíban ciertos conservantes de consecuencias cuando menos dudosas utilizados sin problemas por la industria alimentaria.

Y etc. etc. Juro que, de llevarse a cabo todas esas prohibiciones, yo no molestaré jamás a nadie con el humo de mis cigarrillos. Aunque nunca olvidaré que, por encima de esa verdad impresa en las cajetillas –"Fumar puede matar"–, hay otra aún más poderosa e inevitable: vivir mata. A veces parece que a los enemigos del tabaco se les ha olvidado.

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