Desde lejos

Hablar de toros

Vaya por Dios! Los antitaurinos nos las prometíamos tan felices con el debate sobre la prohibición en el Parlament de Catalunya (al menos se hablaba por primera vez del asunto en un órgano legislativo), cuando apareció Esperanza Aguirre y, como de costumbre, la lió. Con su tradicional sentido del oportunismo político, la presidenta de Madrid proclama las corridas Bien de Interés Cultural e impide así que ningún partido y ni siquiera una iniciativa popular, a la manera catalana, pueda plantear la posibilidad de una discusión sobre ese espectáculo que a muchos nos parece deplorable.

¿Qué quieren que les diga? Ya lo he escrito aquí en alguna ocasión: los toros –y, en general, todas las fiestas en las que el público se divierta a costa de un animal– me parecen una aberración, una muestra de barbarie y falta de compasión, la rémora de una cultura basada en el utilitarismo más cruel de los animales por parte de los seres humanos. El resto rancio de una cultura que numerosos españoles queremos ver enterrada.
Quizá no haya llegado aún el momento de la abolición de las corridas. Pero aquellos que luchamos por ella, aquellos a los que nos molesta moralmente el placer basado en el sufrimiento de otro ser vivo, pretendemos al menos que el tema se discuta en voz alta. Que quienes han podido defender o ignorar durante siglos ese juego de sangre escuchen pausadamente las razones científicas y éticas de quienes lo repudiamos. La decisión de Aguirre –a la que aspiran a sumarse ya, por lo menos, Valencia y Murcia– nos deja sin palabras en el foro legislativo. Y eso no es ni democrático ni justo.

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