Dominio público

Intermediación financiera pública

Antonio García Maldonado

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La reciente eclosión de los efectos más duros de la crisis financiera ha llevado a los Gobiernos y a las instituciones económicas mundiales a una actuación
coordinada sin precedentes, tanto por la misma coordinación global, como por la cuantía y la naturaleza de las ayudas que se han puesto sobre la mesa. La mayor parte de la tarta ha sido repartida, sin embargo, entre los bancos, que, a ojos de la mayoría de los especialistas, actuaron de forma imprudente durante los años del dinero barato. La finalidad es que estos puedan sanear sus balances, se recupere la confianza y fluya de nuevo el crédito a las familias y a las empresas para reactivar el consumo y la inversión, frenando el crecimiento de la tasa de desempleo.
Como tantas otras veces, las proyecciones económicas dependen de una cadena demasiado larga, en la que se presuponen muchos comportamientos según modelos que no son exactos. La piedra de toque del plan de rescate mundial de la economía es que las instituciones financieras vuelvan a hacer de intermediaros entre los ahorradores y los inversores. Sin embargo, no se ha aprovechado la crisis para que hubiera una necesaria reforma estructural en el sector bancario, que va a seguir con su negocio en condiciones aún más ventajosas, gracias a todos nosotros, para que nos sigan dando dinero a todos, después de haber sido parte culpable de habernos llevado a la crisis. Algo no cuadra.
Todo el razonamiento anterior parte de una suposición que, creo, deberíamos atrevernos a cuestionar. Se da por sentado que los bancos son los únicos intermediarios capaces de engrasar la maquinaria de la economía con inyecciones de liquidez a particulares y pequeñas y medianas empresas. Al fin y al cabo, un banco es una empresa como las demás, con sus balances, sus activos y sus pasivos, sus vencimientos y sus nóminas. ¿Por qué no se ayuda, por ejemplo, a una zapatería que ha hecho un mal otoño? Porque los recursos son escasos y hay que asignarlos de forma eficiente, y ayudar a un banco tiene un efecto multiplicador que no tiene ayudar a Calzados Hnos. López. Pero si el criterio es la naturaleza de la empresa, debemos plantearnos si es una naturaleza, no ya compatible con la eficiencia económica, sino con criterios sociales y morales, toda vez que ya no están invirtiendo con dinero de sus clientes, sino con el que le presta y le avala el Estado. Es exigible una permanente comprobación del cumplimiento de los objetivos de dicho plan. Como lo es también que el Gobierno y el Congreso aseguren una verdadera competitividad entre bancos y cajas, que, a la hora de la verdad, por más que seamos el país de Europa con más sucursales, todas ofrecen y deniegan lo mismo. Tanto tienes, tanto vales, a no ser que tengas avales. Por eso no es aceptable la defensa que el gobernador del Banco de España hizo en una reciente entrevista cuando afirmaba que, al igual que los consumidores no consumen, los bancos no prestan, y que por algo sería. Pero es que los préstamos y los avales han ido hacia los bancos, no hacia los consumidores. Consumidores y bancos no tienen la misma responsabilidad ni a la hora de entrar, ni a la hora de salir de la crisis.

Las pymes tenemos muchas veces, como los bancos, un problema de liquidez, no de activos. Los bancos, que son los que nos proveían de tal liquidez, ya no lo hacen en la misma medida, ni con las mismas condiciones. No hacen valoraciones comerciales para cobrar pagarés. ¿Por qué no nos avala el Estado para hacerlo? ¿No hay funcionarios suficientes? ¿Pero no tenemos un problema de desempleo? Tampoco firman o renuevan pólizas de crédito personal, aunque el historial de los pagos haya sido irreprochable. Órdenes de arriba. Tan sólo con un buen aval lo harán. ¿Por qué no avala el Estado? Serían formas de ayudar también al sector bancario, que vive de dar créditos, al mismo tiempo que se nos provee de una ayuda directa y de una eficacia absoluta. La intermediación financiera estatal crearía y también muchos puestos de trabajo cualificados. Los que con sorna hablan del papá Estado suelen tener otro papá que les respalde. No son los préstamos del ICO la solución, ya que estos requieren un préstamo previo concedido por un banco comercial, con los avales consabidos.
Cierto es que con la carencia de capital humano y el muy mejorable sistema educativo nos hemos convertido en un país poco competitivo. La estrategia del aumento de la competitividad y de la productividad ha de ser necesariamente de largo recorrido. Sin embargo, hay algunas distorsiones cuya solución podría adoptarse ya. La declaración trimestral del IVA, por ejemplo, no sólo resta tiempo en tareas alejadas de la producción, sino que además es una detracción de recursos de la empresa absurda. La mayoría de las facturas con las que se calcula el saldo del IVA se han pagado, pero no se han cobrado, ya que el aplazamiento de los pagos a 120 o 180 días suele ser una costumbre usual y lógica de muchos proveedores, por lo que este impuesto se suele convertir en un préstamo que el empresario le hace al Estado, que a su vez se lo presta al banco, que a su vez me lo va a prestar a mí. ¿Por qué no una declaración anual del IVA junto a la declaración del Impuesto de Sociedades? Eso aumentaría la productividad y mejoraría los recursos, aunque las cuentas públicas se resintieran durante el ejercicio económico, algo que ya hemos visto que no parece ser determinante ahora.
La punta del iceberg, que son los bancos, es una mínima parte de la cantidad de pymes que subsisten bajo ella, y en esta crisis estamos siendo los grandes pagaderos. Me temo que esta factura no nos la van a aplazar ni 30 ni 60 días.

Antonio García Maldonado  es Director de la Editorial Alfama

Ilustración de Sr. García

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