Dominio público

De fósforo blanco y otras armas

Pere Ortega

PERE ORTEGA

dominio-24-01.jpgEl progreso de la tecnología ha permitido que se desarrolle un tipo de armas que hace muy difícil, si no imposible, diferenciar entre armas convencionales y armas de destrucción masiva. Esto se debe a que determinadas armas producen un impacto muy nocivo sobre la población civil. Es el caso de las minas antipersona, las bombas de racimo y los proyectiles de uranio empobrecido. Esa dificultad también se extiende a ciertas armas químicas.

Tal es el caso del fósforo blanco, una sustancia química tóxica que arde de manera espontánea en contacto con el oxígeno. A las personas les puede producir la muerte o quemaduras muy profundas que alcanzan órganos internos. Aunque no esté prohibido por la Convención de Armas Químicas (CWC, en inglés), el fósforo blanco está ampliamente cuestionado por muchos expertos de la propia CWC, pues lo consideran un arma especialmente dañina para la población. En ese sentido, existe la demanda de incluirla en el reglamento de prohibición de la CWC. En cambio, los gobiernos que las poseen y utilizan argumentan que el fósforo blanco, si es utilizado en un contexto exclusivamente militar –es decir, sin intención de ser usado como agente tóxico contra civiles–, no debe ser prohibido.

Respecto a otras armas de efectos masivos, la más conocida es el proyectil recubierto de uranio empobrecido, utilizado en las guerras de Serbia (1999), Afganistán (2001) e Irak (2002) por parte de EEUU y Gran Bretaña. Estos proyectiles se utilizan por ser muy efectivos en la penetración en blindajes. Pero, al impactar en su objetivo, diseminan partículas de uranio en su entorno y son múltiples los casos de cáncer entre los habitantes de las zonas que se vieron expuestas a la radiación de esos proyectiles.

Otro ejemplo de arma de destrucción masiva es la bomba de gran potencia desarrollada por Rusia en contestación a otra similar de EEUU (MOAB) pero veinte veces superior, con un peso de 7.000 kg. Se trata de una bomba química que se diferencia escasamente, por sus efectos, del arma nuclear: en una primera explosión dispersa líquido inflamable en forma de aerosol y en una segunda explosión inflama el líquido, produciendo una gran onda expansiva de calor que destruye todas las construcciones y la vida humana en varios kilómetros a la redonda.

Israel, con la ayuda de EEUU, ha desarrollado una potente industria bélica y ocupa un destacado quinto lugar en el ranking mundial de fabricantes y exportadores de armas, lo que indica que existe un fuerte esfuerzo en la investigación y desarrollo de nuevos prototipos de armamentos. En sus ataques a Gaza, Israel ha puesto a prueba parte de ese siniestro armamento.
El Ejército de Israel ha utilizado bombas de fósforo blanco para atacar Gaza, produciendo múltiples muertes entre civiles por los efectos de las graves quemaduras sufridas. Pero, además del fósforo blanco, las fuerzas armadas israelíes han utilizado un tipo de bomba fabricada con metal inerte denso (DIME, en inglés), ya utilizada en Líbano en 2006. Se trata de una bomba compuesta de una aleación de tungsteno con pequeñas partículas de níquel y cobalto que, al explosionar, se desintegra y disemina un polvo que actúa como una micrometralla incandescente en un radio de acción muy reducido, diez metros, por lo que se reducen los indeseados "efectos colaterales". Una bomba denominada "inteligente", pues actúa con precisión letal sobre su objetivo en ámbitos altamente poblados. Lo siniestro de la DIME es que la metralla microscópica que disemina penetra en el cuerpo humano cortando órganos y huesos. Si la víctima sobrevive, las partes afectadas deberán ser amputadas y es más que probable que desarrolle cáncer.

El armamento químico está en manos de muchos países. Lo tuvo y utilizó el Irak de Saddam Hussein contra los kurdos y en la guerra contra Irán; Rusia, lo tiene y lo utilizó en el asalto al teatro de Moscú en 2002, donde murieron 130 personas, y es más que seguro que un buen número de países lo posean. Respecto al fósforo blanco, además de Israel, EEUU lo utilizó en la toma de Faluya de 2004 en Irak y, en el pasado, fue utilizado en la guerra de Vietnam junto a otras armas químicas (gas mostaza, agente naranja y napalm).

La utilización del fósforo blanco en los ataques en Gaza, debido a la densidad humana de la zona, puede considerarse un ataque con armamento químico contra la población. Se debería abrir una investigación y, en su caso, sancionar a Israel por crímenes de guerra contra la población civil.

A pesar de haber avanzado en acuerdos de desarme y prohibición de armamentos de destrucción masiva –que incluyen tanto las minas antipersona y las bombas de racimo como las armas químicas, bacteriológicas y nucleares–, en muchos casos, en la práctica, esos acuerdos son simples declaraciones de principios cargados de buenas intenciones. Así, nos encontramos con que muchos países no son firmantes de esos acuerdos y las poseen. Otros son firmantes, pero no se dejan inspeccionar. Y unos terceros son firmantes pero tienen bula para fabricarlas e incluso exportarlas. Y la mayoría de ellos no cejan en investigar y desarrollar nuevos tipos de armas cada vez más mortíferas, lo que deja sin argumentos la separación entre armas convencionales y de destrucción masiva.

Seguimos viviendo bajo el impulso de unas potencias que promueven guerras mediante la carrera de armamentos. Por ejemplo, España vendió en el 2007 armas a Israel por un importe de 2,37 millones de euros. ¿Habrán sido utilizadas en Gaza?

Muchas cosas tiene que arreglar Obama. Deberíamos ayudarlo en impedir que prosiga la carrera de armamentos.

Pere Ortega es Investigador del Centre d’Estudis per la Pau J. M. Delàs (Justícia i Pau)

Ilustración de Enric Jardí

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