Dominio público

Hacia una asociación con el Este

Benita Ferrero-Waldner

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Cuando Rusia interrumpió el suministro de gas a Ucrania en enero, se vieron afectados muchos hogares de la Unión europea. La UE descubrió que la calidad de vida de sus ciudadanos podía verse afectada directamente no sólo por sus propios suministros de energía, sino por la situación de las relaciones políticas y comerciales entre sus vecinos del Este.
Se trata de un ejemplo único para demostrar que los intereses de la UE –de todos y cada uno de sus Estados miembros por igual– están estrechamente vinculados a lo que sucede en los países del otro lado de su frontera oriental.
A partir de este lunes, los Estados miembros debatirán por primera vez la propuesta de la Comisión de un ambicioso y novedoso proyecto de Asociación Oriental con Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania. A través de esta Asociación se prestará un apoyo concreto sin precedentes para impulsar reformas fundamentales a favor de la paz, la prosperidad y la seguridad que redundarán en nuestro mutuo beneficio.
La Asociación Oriental operará a varios niveles y a través de todo el espectro político. Tan sólo en el sector de la energía, ofrece, en primer lugar, un apoyo bilateral específico para reforzar la propia seguridad energética de cada país, teniendo plenamente presente que las necesidades de los países que dependen del gas ruso –como Armenia y Moldova–, de los países de tránsito –como Ucrania y Georgia– y de los países proveedores –como Azerbaiyán– son diferentes. En segundo lugar, prevé una cooperación multilateral para mejorar la alerta precoz y la preparación para situaciones de crisis. En tercer lugar, se proponen iniciativas emblemáticas que ayuden a diversificar las fuentes de abastecimiento y las vías de tránsito para el suministro de energía en la UE y a fomentar las energías limpias.
Ciertamente, la crisis del gas puso de manifiesto el grado de dependencia de algunos Estados miembros del suministro de gas ruso a través de un solo país de tránsito. Se trata de un problema específico que es preciso abordar. Pero también hizo patente lo importante que es contar con socios cuyo nivel de gobernanza permita garantizar el respeto de los contratos y la transparencia en la gestión de sectores clave; en resumen, el respeto del Estado de Derecho.

Esta es la razón por la que la Asociación Oriental incluye propuestas para el más ambicioso programa de desarrollo institucional hasta la fecha, que refuerzan la Política Europea de Vecindad y que superan todo lo ofrecido hasta ahora a los países en transición, salvo el ofrecimiento de una promesa específica de adhesión. Al ofrecer el asesoramiento de un amplio panel de expertos a los gobiernos de los países del Este de Europa y del Cáucaso no sólo estamos invirtiendo en la estabilidad política y económica de esos países, sino también en nuestro propio bienestar.
En nuestro flanco oriental subsisten varios conflictos sin resolver. El conflicto entre Rusia y Georgia de agosto del año pasado ha dejado una herida abierta en el Cáucaso, con las dos entidades separatistas de Georgia fuera del control del Gobierno de Tiflis. Tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para favorecer un acuerdo allí, así como en Trans-Dniéster y Nagorno Karabaj, y evitar nuevos puntos de conflicto. Un factor que puede contribuir a disminuir el riesgo es la reducción de las disparidades económicas y sociales que alimentan los enfrentamientos. La Asociación Oriental tratará de reducir las diferencias que existan entre las regiones, tal y como se ha intentado hacer dentro de la UE. Cuesta dinero, pero el precio vale la pena.
Para que la relación con un socio funcione, ambas partes tienen que hacer un esfuerzo, y este caso no es una excepción. Los socios orientales desean un comercio más libre y mayores facilidades para la circulación de personas. La UE desea impulsar la reforma. Sólo podemos incrementar los acuerdos de libre comercio con economías verdaderamente dispuestas a abrirse a la competencia. Y sólo podemos simplificar los trámites de visado a los países que cuentan con unos documentos de viaje seguros, unas fronteras adecuadamente gestionadas y acuerdos para la readmisión de repatriados. Pero si deseamos proteger nuestra seguridad debemos estar dispuestos a atender estos deseos fundamentales de nuestros vecinos. Pedimos mucho, y es preciso dar algo a cambio.
Siempre estarán quienes –tan pronto se desvanezcan los ecos de la última crisis– preferirían un planteamiento menos ambicioso de las relaciones con países cuyo desarrollo es en algunos casos muy distinto del nuestro y cuya vocación europea es frágil. Se trata de una visión cortoplacista. Debemos ser ambiciosos hoy para evitar crisis en el futuro. Esto significa abrir nuestros mercados a los productos de nuevos competidores. Significa permitir, siempre mediante acuerdos controlados de circulación, un mayor acceso a los trabajadores de estos países que puedan aportar cualificaciones necesarias en nuestros mercados de trabajo. Y también significa destinar dinero de los contribuyentes europeos a esta iniciativa.
Todo lo que la Comisión propondrá a los Estados miembros la próxima semana va en interés de nuestros ciudadanos. No se trata de un gesto filantrópico, se trata de la política exterior europea del siglo XXI. Aprovechando la singular gama de instrumentos de la UE, nuestro objetivo es lograr un nuevo e innovador estilo de asociación con países que todavía están saliendo de un pasado comunista. Si no cedemos en nuestras expectativas tanto con respecto a lo que pedimos como a lo que ofrecemos, estoy convencida de que las futuras generaciones de europeos se beneficiarán de los dividendos de la Asociación Oriental en estabilidad y prosperidad. Con la ayuda y el apoyo decidido de la presidencia checa a esta ambiciosa propuesta, así como los de mis homólogas polaca y sueca, haré todo lo que esté en mis manos para recabar el respaldo de los demás Estados miembros la semana próxima.

Benita Ferrero-Waldner es Comisaria Europea de Relaciones Exteriores y Política Europea de Vecindad

Ilustración Miguel Ordóñez

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