Dominio público

El estímulo económico de Obama

Vicenç Navarro

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Los reportajes que aparecen sobre EEUU en la prensa española reproducen con excesiva frecuencia la interpretación de aquella realidad que aparece en los principales medios de información de aquel país (y muy en particular en la cadena televisiva CNN). Se ha establecido así una imagen de que el candidato, más tarde presidente Obama, es el motor del cambio en EEUU, al atribuirle haber creado un movimiento deseoso de transformar la situación política y económica de aquel país. Esta interpretación ha alcanzado en España la categoría de dogma (y como tal se reproduce más a base de fe que de evidencia). Tal imagen, además de no corresponder a la realidad, dificulta la comprensión de lo que está ocurriendo en EEUU. Lo más importante de aquella realidad es la movilización de las clases populares en contra de los establishments económicos, políticos y mediáticos del país, movilización que antecede al fenómeno Obama. Hay un enfado generalizado en EEUU en contra de Washington, que representa el maridaje entre la clase política y el mundo empresarial y financiero (que se conoce en EEUU como la Corporate Class). La privatización del sistema electoral estadounidense determina que la mayoría de fondos que financian las campañas electorales de los candidatos provengan de los grandes grupos financieros, empresariales y corporativos. Y la ciudadanía es plenamente consciente de ello. De ahí el enorme descrédito de Washington.

Este enfado y movilización han hecho posible a Obama. El hecho de que no procediera de Washington (había sido senador por tres años) y que se opusiera a la guerra de Irak facilitó su identificación con la imagen de cambio. Ahora bien, para poder llegar a ser presidente necesitaba mucho dinero que procedió en su mayoría del mundo empresarial y financiero. Obama recibió 745 millones de dólares, de los cuales sólo el 25% vino de contribuciones de 200 dólares o menos (The New York Times, 06-01-09). La privatización en la financiación del sistema electoral estadounidense elimina la posibilidad de que un candidato de izquierdas pueda ganar la Presidencia en aquel país, pues la Corporate Class nunca le financiaría. Ello explica que Obama no sea una persona de izquierdas. Ahora bien, sí que es sensible a las presiones de las izquierdas, incluyendo los sindicatos.

Una vez elegido presidente, Obama ha quedado algo desbordado por la intensidad en el deseo de cambio expresado por las clases populares. Se sorprendió, por ejemplo, de la protesta popular que surgió a raíz de su propuesta de nombramiento del ex senador Thomas A. Daschle (muy próximo a las compañías de seguro sanitario privado que aportaron 414.863 dólares a la campaña de Obama) para el puesto de ministro de Salud. La protesta popular fue tal que tuvo que retirar su candidatura. Algo semejante ha ocurrido con el nombramiento del equipo económico constituido por conocidos economistas liberales (heredados de la época Clinton) que habían protagonizado la desregulación de la banca, causa de la crisis financiera. Nombró a Larry Summers director del National Economic Council, y a Tim Geithner, Treasury Secretary (ministro de Hacienda), los dos próximos a la banca. Summers y Geithner fueron los que han estado asesorando a Obama en su programa de apoyo a la banca (Wall Street), apoyo que está generando un enfado popular, debido a la gran impopularidad de esta institución.

Una de las fuerzas que lideraron la movilización popular a favor del cambio fueron los sindicatos, los cuales comunicaron en términos muy contundentes su desacuerdo con tales medidas. Ello hizo que Obama nombrara a Ron Bloom, experto financiero que trabajaba para el sindicato del acero, para que, junto con Summers y Geithner, supervisara tales ayudas. Fueron también los sindicatos los que propusieron que se estableciera una comisión para supervisar el impacto de las políticas federales en la calidad de vida de la clase trabajadora (en EEUU a la clase trabajadora se la llama clase media). Tal Comisión, presidida por el vicepresidente Biden, tiene como director al economista Jared Bernstein, del Economic Policy Institute, uno de los centros de economía más progresistas de EEUU. Bernstein es uno de los autores del famoso informe The State of Working America, sobre las condiciones de la clase trabajadora en EEUU, al cual hice referencia en un artículo anterior ("Las condiciones de la clase trabajadora", Público, 05-02-09), y fue el que propuso, junto con la nueva dirección del partido demócrata (más a la izquierda que Obama) el primer plan de estímulo económico que enfatizó la inversión en obras públicas y en servicios públicos del estado del bienestar como manera de crear empleo. Estas propuestas fueron diluidas considerablemente por Summers y Geithner, y, sobre todo, por el partido republicano, que ha enfatizado la reducción de impuestos como la manera de estimular la economía.
Es esta movilización popular la que ha influenciado al presidente Obama, quien, en la introducción de la Comisión citada anteriormente, indicó que "hasta ahora se nos ha dicho que el movimiento obrero (labor movement) era un problema. Nosotros creemos que, al revés, es parte de la solución. Nosotros necesitamos de los sindicatos y de los trabajadores, pues ellos han sido los motores que garantizaron la existencia de las clases medias. No podemos tener una clase media fuerte sin un movimiento obrero y sindical fuerte".

Este discurso no se puede entender sin comprender esta movilización popular (que los medios llaman "populista") que existe en EEUU. Incluso Summers indicó recientemente que el problema mayor existente hoy en EEUU es el que deriva de la mala distribución de la renta en aquel país. Es impensable que Summers hiciera esta declaración con la ausencia de esta movilización de las clases populares. Fijarse sólo en Obama sin ver lo que está pasando en el país es un error que no permite entender qué está pasando en EEUU.

Vicenç Navarro es  Catedrático de Políticas Públicas e la Universitat Pompeu Fabra
y profesor de Estudios Políticos en Johns Hopkins University

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