Dominio público

El desastre de las políticas de austeridad

Vicenç Navarro

Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

Era fácil de ver que las políticas de austeridad promovidas por la Troika -el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea y el Banco Central Europeo (BCE)- y por el Consejo Europeo, liderado por el gobierno alemán, serían un desastre para la mayoría de países pertenecientes a la Eurozona. Así lo publicamos y predijimos varios economistas y expertos en políticas públicas. También predijimos que las crisis económicas y financieras causadas, en parte, por estas políticas de austeridad serían enormemente impopulares y crearían un grave problema de legitimidad, tanto de las instituciones europeas responsables de la gobernanza de la Unión Europea y de la Eurozona, como de los gobiernos de sus países miembros. Y así ha sido (ver mi artículo "Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual", Le Monde Diplomatique, julio de 2013).

Lo que es incluso más notable es que tampoco han sido exitosas en conseguir los objetivos que se plantearon alcanzar, como es el descenso de la deuda pública de los países miembros. La gran mayoría de estos países ha visto aumentar su deuda, y su crecimiento económico ha sido paupérrimo. En realidad, en la gran mayoría de ellos ha sido un crecimiento negativo. Grecia, España e Italia, países en los que se han aplicado con especial dureza las políticas de austeridad, han visto desde el año 2008 un descenso sin precedentes de dicho crecimiento (ver John Weeks "The EU Recovery That Never Was", Social Europe Journal, 15.10.14)

Algo parecido ha ocurrido con los déficits públicos de sus Estados. En los cinco países más grandes de la Unión Europea de los Quince (UE-15) el déficit público ha aumentado considerablemente desde que se inició la crisis en el año 2007. Esta situación se debe, como bien señala John Weeks (y varios de nosotros hemos indicado), a dos causas. Una de ellas es la reducción de los ingresos al Estado, resultado de la reducción de la actividad económica, consecuencia de las políticas de austeridad (que se han centrado en reformas laborales, que tenían como objetivo reducir los salarios, y en recortes del gasto público). La otra causa de los elevados déficits ha sido el enorme gasto público empleado en rescatar a los bancos y al sector financiero. España es un claro ejemplo de ello. Las cuentas del Estado español pasaron –como consecuencia de las políticas de austeridad y del rescate bancario- de tener un 2% de superávit, a un 11% de déficit en 2009.

Y la situación ha sido incluso peor para la deuda pública. En estos cinco países con las mayores economías de la UE-15 (Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España) hubo un incremento de la deuda pública, de manera que en 2013 todos ellos tenían una deuda pública muchísimo mayor que en 2007.

El gran fracaso

Todos estos indicadores muestran con una claridad meridiana que la manera de reducir el déficit y la deuda públicos de un país no es aplicando políticas de austeridad. Estas políticas reducen la demanda de bienes y servicios, y con ello provocan un descenso del crecimiento económico. Y este descenso del crecimiento económico genera menos recursos al Estado, aumentando el déficit y la deuda públicos. Se establece así un círculo vicioso, que es la parálisis en la que nos encontramos ahora.

Esto lo predijimos ya en el 2007, en el 2008, en el 2009, en el 2010, en el 2011, en el 2012 y en el 2013, y así hasta hoy. Los datos son abrumadores, robustos y convincentes, pero los neoliberales son impermeables a los datos. Su dogma se alimenta a base de fe y no de evidencia. Y así nos va.

Acabo este artículo en el momento en el que estoy leyendo artículos, en los diarios de mayor difusión en el país, de economistas, incluyendo catedráticos de algunas de las universidades más prestigiosas de España, que gozan de gran visibilidad mediática, que continúan, todavía hoy, a pesar del enorme fracaso de tales políticas, expresando su oposición al aumento del gasto público, y ello en un país, España, que tiene uno de los gastos públicos por habitante (incluido el social) más bajos de la UE-15. Lo encuentro bochornoso.

 

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