Dominio público

Disculpas, perdones, y responsabilidades

Enrique del Olmo

Sociólogo y militante socialista

Enrique del Olmo
Sociólogo y militante socialista

La nueva oleada de casos de corrupción política y económica ha desbordado sobradamente el vaso de la paciencia de la ciudadanía. Un inmenso ¡basta ya! sale de cualquier encuentro entre amigos, compañeros de trabajo o simplemente de personas que comparten autobuses, bares, colas de espera o consultas médicas. El volumen del saqueo de las arcas públicas y sobre todo la instalación de una forma de actuar en la gestión de las instituciones desde hace mas de una década ha provocado una herida profunda en la relación entre la gente y el sistema, esto se podrá edulcorar con el "no todos son iguales", o  "hay mucho positivo en lo realizado" y se tiene absoluta razón, pero no es esa ni la discusión, ni el momento político.

A parte del consabido "dejemos actuar a la justicia y a las fuerzas de seguridad del estado" compartido por todo el mundo, el gran tema, el que vuelca la relación de las personas con la política y que a la vez abre un terremoto político con el ascenso irrefrenable de Podemos, el derrumbe del PP y la continua caída del PSOE; es la falta de respuesta de la clase política  a la altura de las circunstancias. Son ya bastantes años donde los partidos han mareado la perdiz para que todo siguiese como estaba,  pensando que la crisis y la desafección era la "tormenta de una noche de  verano", o mejor diríamos de mayo, por el 15-M. Victoria Camps decía ya hace algún tiempo: "La descripción es desoladora no tanto por los vicios de los partidos políticos cuanto por la escasa voluntad que han mostrado en corregirlos". Una y otra vez se responde cuando los jueces, la prensa o la policía ya han actuado y es imposible negar lo evidente y se responde de perfil, o intentando remover el ventilador para que salpique a "los otros", o anunciando medidas de regeneración siempre para el futuro a la espera de que el tiempo aplaque la furia e indignación de la gente.

El estallido en cadena de las Black Card y de la operación Púnica ha situado el problema en un nivel superior. La tolerancia de los ciudadanos ha pasado a ser cero, con toda la razón del mundo, mientras los responsables políticos buscan por todas partes como hacer un nuevo regate corto que permita ganar tiempo y no mover nada.

La primera y principal responsabilidad está en Rajoy y el Partido Popular. Un partido con una dirección tocada hasta la médula por la corrupción y las prácticas mafiosas: Gürtel, Bárcenas, Acebes, Fabra, Rato, Blesa, Castedo y ahora el PP de Madrid con Granados a la cabeza. Esto no es ni una casualidad, ni una panda de chorizos (que también), esto es una forma de entender la politica, y de gestionar en contra de los bienes públicos para satisfacción de intereses privados, personales o de partido. Y ante ello no sirve ni muchísimo menos pedir perdón o disculpas, esa es la nueva forma de cinismo. Hay responsabilidades políticas que deben asumirse plenamente y no hay otra.  Dice el diccionario de la RAE: Responsabilidad: "Cargo u obligación moral que resulta para alguien del  posible yerro en cosa o asunto determinado". Y la responsabilidad para el Presidente Rajoy de tal cúmulo de desmanes, de un partido del que es Presidente omnímodo es claro: su dimisión. Uno sólo de los casos nombrados sería suficiente pero el rosario de hechos no es soportable en ningún país democrático mínimamente serio.

Pero también en el lado del PSOE,  sin poder compararlo con la podredumbre que anida en la PP, las respuestas siguen una lógica claramente insuficiente. Pensar que sacando un Código Ético (a todas luces insuficiente) se limpian las prácticas intolerables es como pensar que una noticia borra un hecho. No sirve actuar cuando ya hay un hecho consumado: un imputado, un detenido, o un escándalo como el de Cajamadrid y además decir enfáticamente que no se va a permitir un solo corrupto en el Partido. De nuevo se eluden las responsabilidades políticas, gente que ha sido protegida hasta un día antes ahora son los culpables y apestados. El caso de Madrid es paradigmático, el problema no es sólo el uso de las tarjetas, los que las usaban no eran unos advenedizos son gentes que han tenido mucho poder en el partido y con los que la dirección ha acordado su actuación en los órganos de gestión de la caja. ¿O en el pacto para que Rato fuese presidente el 28 de enero de 2010 no participo el PSM? Y ahora Púnica y la detención de Fraile, nadie se puede excusar y menos cuando se han hecho defensas públicas y puestas de mano en el fuego por unos y por otros. Aquí hay responsabilidad política y la única salida es la dimisión de la dirección que ha permitido esta cultura política y en primer lugar de Tomás Gómez renunciando además a una candidatura a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, lastrada con plomo en las alas. Y Pedro Sánchez si no quiere pasar como un dirigente con declaraciones y mensajes positivos pero sin medidas tiene la responsabilidad de actuar.

Los apenamientos, las disculpas, y los perdones están muy bien, pero no significan prácticamente nada si no van unidos a la toma de decisiones drásticas que muestren una voluntad política de beligerancia frente a los corruptos, los corruptores y los responsables políticos que han tolerado estas prácticas.

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