Dominio público

Hacia un nuevo liderazgo de España en política internacional

Willy Meyer

Miembro de la dirección de Izquierda Unida

Willy Meyer
Miembro de la dirección de Izquierda Unida

La reciente elección de España en la Asamblea de Naciones Unidas para formar parte como miembro no permanente de su Consejo de Seguridad permite abrir una reflexión de lo que podría suponer, si hubiese voluntad política, un camino hacia un nuevo liderazgo en las relaciones internacionales.

Hasta la fecha, la alternancia en el Gobierno del bipartidismo PP y PSOE garantizó, como en otros asuntos de Estado, un gran acuerdo en la orientación de la política exterior de España. Salvo en la relaciones con Cuba, donde el PSOE mantuvo una posición diferente a la del PP cuando Aznar impuso en la Unión Europea la llamada posición común, el acuerdo ha sido prácticamente total en el resto de las materias.

Nuestra permanencia en la Alianza Atlántica, el desarrollo de los Convenios de Defensa suscritos con las administraciones de los Estados Unidos de América en relación a las bases de Rota y Morón, el seguidismo de la política del Reino de Marruecos frente al derecho de autodeterminación del Sáhara Occidental, la política de vecindad de la UE y sus acuerdos de Asociación, la orientación económica desreguladora de las instituciones europeas, la tibieza o el silencio en relación a los continuos y reiterados crímenes de guerra de Israel frente al pueblo palestino, el apoyo a acciones de guerra como Libia o Afganistán, es decir, el eje central de lo que son las señas de identidad de la acción exterior de España han sido pactadas y desarrolladas por el bipartidismo siguiendo las directrices de la política exterior estadounidense.

Esa acción exterior propia del Estado también ha contado siempre con un gran acuerdo en relación a la Política de Seguridad y Exterior de la Unión Europea, definida en los sucesivos Tratados suscritos por el PP y PSOE y desarrollada por la Comisión Europea.

Resultado de esa acción exterior se podría decir que España, a pesar de situarse en un lugar geoestratégico en relación a África, Oriente Próximo y las relaciones históricas con América Latina, y estar entre las 15 primeras economías del mundo, ha pasado desapercibida en la necesidad de liderar una reorientación completa de las relaciones internacionales que, de forma pragmática, permita acabar con el flagelo de la guerra, el hambre, la enfermedad, el cambio climático, el paro y la globalización económica sin la de los derechos humanos.

La sociedad española está actualmente en ebullición y la demoscopia es tenaz a la hora de pronosticar el fin del bipartidismo, responsable de la defensa de un modelo productivo especulador intrínsecamente corrupto, de la depredación social y medio ambiental, y de liquidar el consenso que dio origen al Régimen del 78.

Se anuncian por tanto tiempos de cambios y esos cambios deben llegar a la acción exterior de España.

España debería jugar un papel importante para conformar un nuevo liderazgo en las relaciones internacionales, neutralizando la actual hegemonía impuesta por las distintas administraciones de los Estados Unidos de América y marcada por la falta de respeto a la Carta de Naciones Unidas en materias tan sensibles como el uso de la fuerza militar, ejecuciones extrajudiciales, uso de tortura o detenciones ilegales, posesión y  uso de armas de destrucción masiva o escuchas ilegales de comunicaciones. Y todo ello con afán por garantizar las materias primas y energía suficientes para las grandes corporaciones y multinacionales estadounidenses a costa del bienestar de su ciudadanía.

Ese nuevo liderazgo necesitará de gestos y decisiones que permitan construir un nuevo marco, un nuevo sistema de relaciones internacionales basado en el cumplimiento estricto de la Carta de Naciones Unidas, la reformulación de la estructura de Naciones Unidas para su democratización y el papel relevante de su Asamblea General.

España podría jugar un papel importante en África, Oriente Próximo y América Latina que ayude a resolver los gravísimos y acuciantes problemas que vive una parte muy importante de la humanidad en relación al hambre, la enfermedad, la desigualdad, la violencia, la falta de trabajo digno y la subida de temperatura del planeta.

Nuestra retirada de la Alianza Atlántica y la denuncia del Convenio Bilateral con los Estados Unidos de América contribuirían a lanzar un mensaje inequívoco en la necesidad de desmilitarizar la seguridad en general y muy particularmente en el Mediterráneo, África y Oriente Próximo.

Entramos en una fase histórica donde, según la mayoría de analistas, Occidente pierde poder frente a nuevas fuerzas emergentes. Empieza el final de un ciclo de cinco siglos de dominación occidental del mundo para configurar un mundo multipolar con actores muy importantes como China, India, Brasil, Rusia o Sudáfrica.

En ese contexto, España debe jugar un papel de reequilibrio a favor de esa nueva multipolaridad, apostando por la Seguridad Humana y la sostenibilidad del planeta.

Hay que acabar con "el delito de silencio" que denuncia Federico Mayor Zaragoza y poner fin a la ecuación 70.000 muertes diarias por vivir en condiciones insalubres = 3.227 millones de euros diarios en gasto de armamento.

Una posición firme y exigente en los foros internacionales para acabar con la impunidad de los estados que, como el de Israel o Marruecos, violan sistemáticamente los derechos del pueblo palestino o saharaui en su firme decisión de autodeterminarse.

El fin de la política bipartidista con el aval de la monarquía en política exterior necesitará finalmente reorientar nuestras relaciones comerciales para defender la necesidad de acompañar a la globalización económica la de los derechos humanos y entre ellos muy especialmente al trabajo digno, a la salud, educación y vivienda.

Ese nuevo liderazgo convertiría a España en una referencia internacional para sumar esfuerzos en la necesidad de poner freno a la actual barbarie organizada. Además facilitaría un cambio de la política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea absolutamente subordinada a día de hoy a la administración de turno norteamericana y, por tanto, sin ningún papel relevante en el concierto internacional.

Dependerá, como siempre, del voto de las personas, de su grado de movilización y organización y de su determinación en poner fin al bipartidismo y permitir construir un nuevo liderazgo de España en las relaciones e instituciones internacionales.

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