Dominio público

Simios y diplomacia en Gibraltar

Xavier Ferrer-Gallardo

Investigador. Departament de Geografia. Universitat Autònoma de Barcelona

Xavier Ferrer-Gallardo
Investigador. Departament de Geografia. Universitat Autònoma de Barcelona

"En Gibraltar, salvo los simios, todo el mundo habla español". Así se expresaba  José Manuel García-Margallo durante la reunión de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso del pasado 11 de febrero.

Con esta frase el jefe de la diplomacia española explicaba el motivo por el cual el ejecutivo se está planteando desmantelar el Instituto Cervantes de la Roca. El ministro de exteriores recordó que las sedes del Cervantes se establecen en el extranjero y añadió que él considera que Gibraltar es "territorio nacional".

Por un lado, el cierre respondería a criterios de eficiencia con respecto a la proyección exterior de una de las lenguas del Estado. Y por otro,  sobre todo, perseguiría  reparar el craso error de cálculo geopolítico en el que, desde la óptica de Margallo, habría incurrido el antiguo responsable español de exteriores, Miguel Ángel Moratinos.

El Cervantes gibraltareño es uno de los resultados tangibles del Foro Tripartito de Diálogo entre España, el Reino Unido y Gibraltar impulsado durante la presidencia de José Luis Rodríguez Zapatero. Dicho foro no fue nunca del agrado del Partido Popular. Ya en 2004, desde la oposición, Mariano Rajoy calificaba la iniciativa de "desatino" y "disparate". Rajoy veía inaceptable que el foro de diálogo situase a Gibraltar en igualdad de condiciones con España y el Reino Unido. El Partido Socialista, en cambio, subrayaba que el nuevo marco de diálogo trilateral posibilitaba negociar nuevas medidas en favor de los ciudadanos de la región sin que, por otra parte, España tuviese que renunciar a su reivindicación histórica sobre el Peñón. Y recordaba que las discusiones en torno a  la soberanía iban a seguir abordándose en el plano bilateral.

Pero el Partido Popular ganó las elecciones en 2011.  Y tras la llegada de Rajoy a la Moncloa el Foro quedó casi inoperativo. Varios de los proyectos que orbitaban en torno al diálogo trilateral, como el uso conjunto del Aeropuerto de Gibraltar, quedaron suspendidos. Sin embargo, con poco ruido y sin banderas en la fachada, el Instituto Cervantes ya había abierto sus puertas.

Ahora, cerrándolo, el ejecutivo renunciaría a uno de los instrumentos de diplomacia blanda de los que dispone para lidiar con el tricentenario dossier gibraltareño. España ahondaría así en una estrategia discursiva y ejecutiva  más propensa al suministro de palos que a la provisión de zanahorias.

Pero conviene no perder de vista que, sobre todo desde 1969, cuando el gobierno franquista decidiera cerrar la verja, Gibraltar ha ido acumulando enormes reservas de resiliencia geopolítica. En gran medida, dichas reservas se nutren de la habilidosa utilización de la diplomacia blanda por parte de las autoridades del Peñón. La proyección internacional que Gibraltar ha conseguido a través del fútbol constituye un ejemplo paradigmático en este sentido.

En mayo de 2013, justo al cumplirse tres siglos de la firma del Tratado de Utrecht, la Federación de Futbol Gibraltareña fue aceptada como miembro de pleno derecho en la UEFA (España y Bielorrusia, por cierto, fueron los dos únicos países que se opusieron a ello). La entrada en la UEFA permite que el combinado llanito participe en la actualidad en la fase clasificatoria de la Eurocopa de Francia 2016.

En mayo de 2015, la diplomacia gibraltareña del fútbol podría conseguir una victoria aún más sonada, si la Gibraltar Football Association logra ser admitida en la FIFA. Su inclusión  permitiría a Gibraltar disputar la fase clasificatoria del Mundial de Rusia 2018.

Si Gibraltar entra en la FIFA, con Cervantes o sin Cervantes, puede que hasta los simios del Peñón esbocen en su rostro una blanda y diplomática sonrisa.

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