Dominio público

Ahí estamos, ahí seguiremos

Rosa Cañadell

Psicóloga, Profesora, articulista

Rosa Cañadell
Psicóloga, Profesora, articulista

"Quan creus que ja s'acaba, torna a començar..."
["Cuando crees que ya se ha terminado, tienes que volver a empezar..."]

Raimon

Como este verso de Raimon nos sentimos las mujeres de mi generación que, desde los años 70, luchamos por el derecho a nuestro cuerpo, a salir solas sin ser acosadas, a trabajar con un sueldo digno, a ocupar la calle, los parlamentos, los sindicatos, las empresas; por el derecho a tener hijos y a no tenerlos, por el aborto libre y gratuito; por participar en las luchas y en los movimientos, por el derecho a la salud, a la conciliación familiar, a la educación pública para nuestras hijas e hijos; por tener el lugar que nos corresponde en la vida social y familiar, en definitiva, por ser sujetos sociales de pleno derecho.

Parecía que íbamos avanzando poco a poco, pero el ataque sin precedentes a nuestro incipiente Estado del bienestar está fumigando el camino recorrido. Datos muy preocupantes sobre la pobreza femenina, sobre la violencia de género, sobre la ideología de nuestros jóvenes, aparecen a diario en nuestra sociedad.

Los recortes en servicios sociales: sanidad, educación, cuidado de personas mayores, afectan doblemente a las mujeres, como usuarias y como "sustitutas" de estos servicios. Si las mujeres no cuidaran de las criaturas sin guardería infantil, si las mujeres no cuidaran los enfermos de la familia cuando son devueltos a casa después de una operación, si las mujeres no cuidaran de las personas dependientes, si las mujeres no cuidaran de los jóvenes sin trabajo, esta sociedad ya habría explotado. El paro, los bajos salarios y los desahucios se ceban también con las mujeres. Nuestros jóvenes continúan pensando que "es aceptable o inevitable controlar a sus parejas" y una de cada tres muchachas lo acepta. Y, por muy poco, no volvemos a tener una ley que penaliza el aborto.

Las mujeres conquistamos muchos ámbitos, pero aún estamos muy poco presentes en las altas esferas de la universidad —¡una sola rectora en 50 centros públicos!—, de la economía o de la política. Casi en la misma proporción en que los hombres continúan estando ausentes de las necesidades domésticas, familiares y de cuidado.

Pero, por otro lado, también se han recuperado resistencias y solidaridades y las mujeres han ampliado su participación en marchas, protestas, movimientos sociales y nuevas organizaciones políticas.

Ahora nos toca derribar a los gobiernos que nos han conducido a la situación actual y poder recuperar un trabajo digno y unos servicios públicos que cubran nuestras necesidades. Pero hay que ir más allá: las condiciones económicas y sociales son necesarias, pero no suficientes, para que las mujeres podamos vivir en igualdad. Es necesario cambiar el sistema y cambiar las mentes. Y ahí está la educación.

Hay que recuperar la función ideológica de la escuela y volver a educar (coeducar) a nuestros chicos y chicas en la igualdad y la libertad. Hay que enseñar a los niños a cocinar y a cuidar de los niños y ancianos, hay que educar para que sepan resolver sus problemas sin violencia, para que no confundan el amor con la posesión y mucho menos con el acoso. En nuestras escuelas e institutos necesitamos menos religión y menos educación financiera, menos competitividad y menos excelencia, y mucha más educación en la igualdad, en la solidaridad y en la no discriminación.

Y las organizaciones sociales y políticas que se definen por el cambio, tienen que tener muy presente que no hay cambio posible sin la incorporación de las mujeres, que no se trata sólo de "listas cremallera", sino de liderazgos compartidos, que, como dicen en el manifiesto Alerta Feminista: "La nueva política continuará siendo vieja si continua siendo patriarcal".

Han pasado muchos años desde las primeras luchas, casi una vida, para tener que salir de nuevo a la calle a reivindicar lo más obvio: nuestra igualdad y nuestra libertad, nuestros derechos sociales y laborales, a veces solas, a veces junto a nuestros compañeros. Pero ahí estamos y ahí estaremos: las más viejas y las más jóvenes, las maestras y las cajeras, las sindicalistas y las políticas, las desempleadas y las pensionistas, las desahuciadas y las que a duras penas llegan a final de mes, las intelectuales y las activistas, las nativas y las inmigrantes, las solteras, las casadas y las divorciadas; las heterosexuales y las lesbianas. Ahí seguimos y ahí seguiremos, por nosotras y por nuestras hijas, inasequibles al desaliento, con energía y con alegría, porque como dice Gioconda Belli: "Claro que no somos una pompa fúnebre,/ A pesar de todas las lágrimas tragadas/ Estamos con la alegría de construir lo nuevo/ Y gozamos del día, de la noche/ Y hasta del cansancio/ Y recogemos risa en el viento alto".

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