Dominio público

Desgaste y fractura social en México

Carmen Galán Benítez

dominio-07-15.jpgCarmen Galán Benítez

El resultado de las recientes elecciones en México para renovar la Cámara de Diputados y elegir gobernadores de varios estados de la República, así como jefes delegacionales del Distrito Federal y representantes para su Asamblea Legislativa, ofrece un panorama de la compleja situación en la que se encuentra el país. A nadie sorprendió el reciente y desmesurado triunfo del partido que por 70 años estuvo en el poder y que aceptó haber perdido la presidencia de la República por primera vez en el año 2000.

Entender lo que significa el Partido Revolucionario Institucional (PRI) es entender una buena parte de México, pues no se trata de un dictadorzuelo surgido de la nada ni de un régimen aislado de la sociedad. Tras la revolución mexicana de 1910, trascendental en el marco de la historia del siglo XX, el PRI surge como el núcleo capaz de agrupar institucionalmente a la sociedad. Sindicatos en confederaciones de obreros y campesinos, maestros e incluso intelectuales mimados serían la estructura de un Estado corporativista. México se construyó y se constituyó como una nación con programas de educación y de salud, con convicción laica heredada de las luchas entre liberales y conservadores del siglo XIX, y con principios, establecidos en la Constitución, de soberanía sobre los recursos naturales, petróleo incluido. Sin embargo, no es necesario que Buñuel nos recuerde que siempre estuvieron ahí los olvidados, o tal vez sí sea necesario y se requiera no perder el tiempo para decir que el régimen surgido de la revolución mexicana se convertiría, década tras década, en un Estado autoritario controlado por una oligarquía cada vez más ambiciosa y mezquina. El movimiento social, sin embargo, ha estado ahí y, no hay duda, vinculado con las corrientes de izquierda –diversas y en eternos conflictos internos, desconfiadas y rupturistas, pero inmersas en el complejo proceso de la transición democrática en México–.

Con la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, a través del Frente Democrático Nacional, se demostró que el dique se podía romper. La sociedad reclamó fraude electoral, pero Carlos Salinas de Gortari (candidato del PRI) se sentó en la silla presidencial con la complicidad del hoy gobernante Partido Acción Nacional (PAN). Desde entonces, PRI y PAN han construido pactos para gobernar.

Tras las elecciones de 1988 muchas cosas se moverían en México. Se fundaría el Partido de la Revolución Democrática, agrupando a buena parte de las fuerzas de izquierda. Surgiría el movimiento zapatista, haciendo visible el reclamo de los pueblos indios nunca incluidos en el proyecto de nación. Y el proyecto neoliberal haría más dramática la injusta distribución de la riqueza generando descontento social. Pero sería el PAN, a través de su carismático candidato Vicente Fox, quien ganaría las elecciones de 2000 robándose argumentos y votos de la izquierda, en lo que se consideró "el voto útil". El PRI salía de la presidencia de la República, pero la izquierda no podía festejarlo como un triunfo.

Vicente Fox (2000-2006) decepcionó como gobernante al ser incapaz de ejercer el liderazgo en la construcción de un impostergable pacto social que permitiera desahogar la presión social de una población en creciente empobrecimiento. Fox significó la continuidad del programa económico neoliberal impulsado por los últimos gobiernos priístas. La corrupción y la impunidad no menguaron. Poco preparado y pusilánime, Fox fue acusado de ineptitud y la gente percibía que el país andaba en muletas.

En 2006, Felipe Calderón, candidato del PAN, fue declarado presidente de la República a pesar de que los resultados de la votación, que le daban un 5% (unos 244.000 de los 41.791.000 votos contabilizados) de ventaja sobre el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), fueron impugnados. Un multitudinario movimiento pacífico protestó durante meses. La opinión pública internacional le dio la espalda, pues los intereses del gran aparato legitimador de democracias en el mundo están a salvo en México con el entramado PRI-PAN. La demanda de un recuento de todos los votos, dadas las múltiples irregularidades registradas, no fue aceptada, con la consecuente frustración para millones. La sociedad se polarizó.

Las elecciones de este 2009 encontraron a México en la situación más vulnerable de los últimos tiempos. El daño es estructural porque hay una fractura entre el Estado y la sociedad. Están rebasadas las reglas del juego y no existen objetivos comunes. El acto de confianza que significa ir a votar está seriamente lesionado. Hoy México es un país en el que miles de personas toman las calles y no pasa nada, los movimientos simplemente se desgastan y eso desgasta a toda la sociedad.

Como corolario, durante los últimos tres años la lucha por el control del partido ha fracturado al PRD, constituyendo el show preferido de los medios de comunicación. Pero algo más grave explica el regreso del PRI: el país está sumido en graves conflictos que el Gobierno de Felipe Calderón es incapaz de enfrentar y la gente, que no encontró una alternativa democrática, tuvo que resignarse a regresar al pasado, escarmentada de que "más vale malo por conocido...". Muchos otros decidieron anular su voto motivados por redes de diversos orígenes –como voto nulo, voto en blanco, tache a todos– y representan casi el 6% del resultado electoral. El rechazo al PAN, sin embargo, quedó claro.

El retorno del PRI, derrota moral para un largo proceso, no es más que la continuidad de un proyecto político y económico que no ha dejado de estar en el poder. La sociedad deberá encontrar nuevos rumbos que le permitan construir acuerdos de convivencia.

Carmen Galán Benítez es escritora

Ilustración de Mikel Casal

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