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Imágenes de España desde la derecha: de Castilla a Madrid

Juan Trías Vejarano

JUAN TRÍAS VEJARANO

29-11-07.jpgSi en una literatura de honda raigambre histórica y que contó en el siglo XX con numerosas expresiones se identificó a Castilla con España, parece producirse hoy un desplazamiento a favor de Madrid de esta significación, en la mente de portavoces destacados de la derecha española. En las raíces de este hecho están, en nuestra opinión, una serie de fenómenos de índole socioeconómica, que conciernen a la relación entre Castilla y Madrid, al peso adquirido por la capital y a cambios en su perfil profesional. Son estos fenómenos, así como factores políticos, los que explicarían el citado desplazamiento.

A partir de mediados del siglo XX se inician unos procesos socioeconómicos que comenzados en el franquismo se consuman en la época de la democracia. Nos interesan aquí los que afectan a las dos mesetas, la Castilla histórica, y a Madrid. Hoy en día es visible el desequilibrio demográfico entre la Comunidad de Madrid, que se constituye en una región metropolitana, y las comunidades de Castilla y León, Castilla-La Mancha y Extremadura; la primera sobrepasa en población a la suma de las otras tres; es un centro de máxima densidad poblacional rodeado de una gran mancha de mínima. El fenómeno demográfico es la traducción de cambios relevantes en el peso de los diferentes sectores productivos así como de procesos de centralización económica.

Desde el punto de vista económico, Madrid no es sólo la capital política del Estado, sino su capital financiera; es la sede de las grandes corporaciones nacionales y de las delegaciones de las transnacionales, aunque en algunos casos la sede oficial de las primeras se mantenga en sus ciudades de origen. La capitalidad financiera se traduce en el peso en su tejido productivo del sector servicios, de los trabajadores de cuello blanco de las oficinas, en detrimento del estrictamente industrial; es cierto que existe en Madrid un proletariado de la construcción y de los servicios sin cualificación, pero éstos están constituidos mayoritariamente por emigrantes.

Madrid espejo y adelantada de España. Tal es lo que se podía deducir de las manifestaciones con las que el PP expresaba su alegría por los resultados obtenidos en la ciudad de Madrid y en la comunidad que lleva su nombre, en las elecciones municipales y autonómicas de la pasada primavera. Había varias muestras de ello, visibles en la noche electoral. Que el PP hubiese obtenido mayor número de votos en las municipales que el PSOE, la importancia del triunfo en la Comunidad Valenciana, cedían el paso, en las declaraciones de los dirigentes nacionales y madrileños presentes en el balcón de la sede central del partido, a la relevancia que se otorgaba a las victorias en la capital y en la Comunidad de Madrid, como signo anticipador de lo que iba a acontecer en las próximas generales. Otros datos venían a confirmarlo. Entre los manifestantes de la calle Génova, las banderas que ondeaban eran las españolas y las del PP con ausencia de la de la Comunidad, muestra del significado que se otorgaba a la victoria: el triunfo del PP en Madrid era el del partido de la unidad de España, de la que su capital se constituía en cifra y símbolo, frente a las supuestas vacilaciones del PSOE.

Más atrás en el tiempo, en el inicio de la campaña electoral, en el mitin celebrado en la plaza de Colón, Esperanza Aguirre evocaba el rotundo triunfo en la copa del Rey del Getafe frente al Barça con un énfasis que traslucía el sentimiento de una victoria de un equipo de Madrid, representante de la unidad de España, frente a uno de la Cataluña vacilante en su identidad española. Este significado otorgado a Madrid en contraposición a Barcelona se manifestó con ocasión del traslado a Barcelona de la sede de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones, y de la OPA de Gas Natural frente a Endesa, en la que, por parte de algunos, se veía el control por el capital catalán de una empresa del fundamental sector energético, una desespañolización. También en el campo de fútbol del Real Madrid, las banderas que ondean son las españolas, no las de la

Comunidad de Madrid.

Por otro lado, Madrid se ha convertido en el principal escenario de las grandes manifestaciones de la derecha. Se ha dado en los últimos tiempos una ocupación de las calles madrileñas por parte de ésta, que contrasta con lo que había sido la pauta desde la época franquista hasta las grandes manifestaciones a favor de la paz de principios de los dos mil.

Ante estos hechos, es comprensible la euforia del PP. Es cierto que para ganar una elecciones y acceder al Gobierno lo que cuenta es el número de diputados. Madrid es el escenario de las grandes celebraciones y manifestaciones, pero su peso electoral no corresponde a su potencia económica y demográfica. El número de diputados elegidos en la circunscripción de Madrid es de 35, frente a los 63 de Castilla-León, Castilla-La Mancha y Extremadura, es decir, una diferencia de casi la mitad cuando la población de la primera sobrepasa la de las segundas. El concurso de las comunidades de la vieja Castilla, de las que proceden buena parte de los actuales madrileños y en las que más receptividad puede encontrar el discurso español, ya sean gobernadas por el PP o lo sean por el PSOE (recuérdense las posiciones de Rodríguez Ibarra y Bono frente el estatuto catalán), es necesario. Madrid es vocero, faro de España, pero precisa que a su voz acompañen las voces de las que más se identificaron históricamente con España.

A la luz de lo expuesto resalta la importancia de la recuperación de Madrid y su comunidad por parte de la izquierda, no sólo electoralmente sino en la calle, respondiendo a una tradición que hizo de Madrid la capital de la resistencia democrática antifascista.

Juan Trías Vejarano es profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid

Ilustración de Iván Solbes

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