Dominio público

Los Chichos en el campo de ejecuciones de la Bota: de la chabola de 'El Vaquilla' al Primavera Sound

Xavier Ferrer-Gallardo

Xavier Ferrer Gallardo 
Investigador, Departament de Geografia. Universitat Autònoma de Barcelona

Hace unos años, anunciar la inclusión de Los Chichos en el cartel de uno de los mayores festivales de música indie del sur de Europa hubiera resultado inverosímil. El grupo estaba —ya está— demasiado alejado de los cánones tradicionales del indie, y un anuncio de este calibre hubiera sido difícilmente creíble.

Sin embargo, hoy un movimiento así ya no desconcierta prácticamente a nadie.  Los Chichos participarán en la próxima edición del Primavera Sound. Y sí, el anuncio sorprende. Pero no pasma.  Desconcierta lo justo para que se incendien un rato las redes y el grupo sea trending topic durante medio día. Pero no más. Porque en realidad este tipo de sorpresas ya casi forman parte del guion. Son aquel golpe de efecto que sabes que llegará, pero no exactamente cuándo; aquel as que el mago guarda en su manga, y que estás seguro que acabará sobre el tapete, pero desconoces por completo de qué modo.

Pero yo quería hablarles de otro asunto. En realidad, no quería escribir sobre Los Chichos ni sobre la espléndida chulería que representa, en palabras de Diego A. Manrique, su fichaje para el Primavera. Yo quería decir (o recordar) algo sobre la importancia del lugar donde van a actuar Los Chichos, sobre la significación del lugar donde suele celebrarse el Primavera.

Antes, ustedes me perdonarán, debo confesarles que yo siempre confundí a Los Chichos con Los Chunguitos. Por este motivo, el pasado martes, inmerso en el fragor del anuncio de la incorporación de la banda a la próxima edición del aquelarre indie barcelonés, de repente me vino a la cabeza Jordi Pujol.

Me acordé de aquel célebre concierto de Los Chunguitos que, en forma de mitin camuflado, la extinta Convergencia i Unió organizó en 1999 en la Guineueta. En aquella ocasión Pujol recibió una legendaria pitada —no del todo espontánea— mientras, cobijado por Justo Molinero, trataba de lanzar consignas electorales desde el mismo escenario en el que actuaban los Chunguitos. Pujol no pudo acabar el discurso. Los abucheos del público lo impidieron. Los oradores que le acompañaban y debían sucederle (Duran i Lleida y Artur Mas) no llegaron a mediar palabra.

Recordando el incidente, me asaltaron unas ganas terribles de ver imágenes de aquello. Fue entonces, mientras trataba de encontrar algún vídeo que ilustrara el episodio, cuando me di cuenta de la confusión y de quién era realmente quién. Los Chunguitos, eran los autores de Dame veneno. Los Chichos, los creadores de Ni más ni menos.

Pues bien, una vez deshecho el equívoco, seguí buceando en la videografía del género, y di con este formidable documento:

Se trata de un fragmento de "Yo, el Vaquilla", la película de José Antonio de la Loma Hernández que narra la vida de Juan José Moreno Cuenca. Sobre las imágenes suena una de las canciones de la banda sonora del film que, efectivamente, y aquí no hay equívoco, corrió a cargo de Los Chichos. El tema se titula El campo de la bota.

El Vaquilla vivió en las barracas del campo de la bota, a caballo de Barcelona y Sant Adrià. Esas barracas fueron alzadas sobre un antiguo campo de tiro en el que, entre 1939 y 1952, fueron ejecutados 1704 represaliados del franquismo. En el lugar que habían ocupado las barracas y donde el franquismo asesinó sistemáticamente a más de mil setecientas personas se construyó en 2004 el recinto del Fórum de las Culturas. Allí se trasladó, en 2005, un tinglado de envergadura creciente llamado Primavera Sound.

El próximo mes de junio Los Chichos interpretarán ese tema, El campo de la bota, en un lugar al que ya muy pocos se refieren como 'el campo de la bota'. La inclusión de Los Chichos en el Primavera nos brinda dos oportunidades espléndidas: la primera, para desempolvar un topónimo cargado de significado y caído en desuso, y la segunda, y más importante, para excavar en el pasado de represión y desigualdad que subyace demasiado oculto en el lugar.

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