Dominio público

Segunda vuelta y coartadas

Sergio Pascual

Diputado de Podemos por Sevilla

Sergio Pascual
Diputado de Podemos por Sevilla

Cualquier abordaje con rigor intelectual a la encrucijada política en la que se encuentra nuestro país requiere preguntarse por qué el PSOE se ha maridado con tanta entrega a Ciudadanos, un partido que ha etiquetado como "de derechas" durante la campaña electoral. Especialmente extraño pareciera siendo el PSOE un partido que viene votando en el mismo sentido que Podemos en el Congreso de los Diputados. En definitiva, un partido que presentaba a las elecciones generales un programa electoral con profusión de puntos de encuentro con el programa de Podemos -si bien es cierto que con distintos niveles, grados y profundidades-, tales como la derogación de la Ley Mordaza, LOMCE o Reforma Laboral del PP o la apuesta por atenuar el ritmo de reducción del déficit público, la creación de fómulas para paliar el drama social de los más golpeados por la crisis (como la subida del SMI o la instauración de una Renta Mínima Garantizada).

Sólo hay una explicación plausible para esta aparentemente contra natura elección de pareja de baile por parte del PSOE y no estriba, desde mi punto de vista ni en complejas teorías de la conspiración que involucrarían al IBEX y hasta la CIA ni en las cuitas internas del partido que, si bien influyen, lo hacen fundamentalmente para asentar las razones que expondré a continuación.

A mi modesto entender el PSOE, a lo largo de sus largos años de Gobierno, ha ido paulatinamente asimilando las dinámicas propias del acomodo a los corsés del status quo, la connivencia con los principales actores económicos de nuestro país -con los que necesariamente debe interlocutar un gobierno-. En esta tesitura, si bien en los márgenes del partido, entre muchos de sus cuadros locales, fundamentalmente entre sus simpatizantes y por supuesto los votantes, se mantiene la coherencia con los principios fundantes del partido, entre sus cuadros dirigentes y especialmente los institucionales por contra, ha prevalecido el conformismo, el acomodo, el "no se puede", cuando no el "ya no quiero".

Son estos cuadros técnicos dirigentes los que abominan de un pacto con Podemos, ya que son conscientes de que nuestros planteamientos, no digeribles por sus estómagos acomodados, se parecerían demasiado a los de sus votantes, por lo que sólo les cabrían dos opciones, confesar lo inconfesable o cambiar de compañeros de viaje en el pragmatismo de la gobernanza. Sería Podemos su particular retrato de Dorian Gray en el que reconocer el a propósito olvidado envejecimiento de su proyecto.

Ciudadanos por el contrario es un socio cómodo, que aplaudirá las políticas acomodaticias del PSOE, un socio al que culpar por otro lado de la aún mayor laxitud del PSOE con su propio programa, una coartada permanente.

Una coartada que también sirve para eludir el mandato de diálogo de los ciudadanos, una excusa para no intentar un gobierno de progreso que habría permitido dar un giro de 180º a las políticas del PP. No hay agallas en el PSOE para confesar que su giro apenas sería de 20 o 30º, pero no hacen falta agallas cuando hay coartada.

Este es el panorama que nos aboca a una segunda vuelta electoral, una suerte de ballotage en la que los españoles, si Sánchez no lo evita, tendrán que volver a votar. Se me antoja que en la campaña de esta segunda vuelta será mucho más difícil centrar los debates en los ya manidos programas electorales y los españoles y las españolas tendrán mucho más presente las verdaderas posibilidades de pacto y conformación de gobierno a la hora de votar.

Nos encontramos en una suerte de lo que en teoría de juegos se conoce como el dilema del prisionero iterado, donde a buen seguro operará el castigo al "jugador no cooperativo", al jugador que antepone el criterio egoísta al criterio del bien común, a un PSOE que nos aboca a la repetición electoral.

Espero que a Jordi Sevilla le explicaran esta teoría a su paso por Price Waterhouse Cooper y haga prevalecer en Sánchez el miedo al castigo frente al incentivo al fraude. Ganaríamos todos, ganaría España.

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