Dominio público

Minaretes y civilizaciones

Säid El Kadaoui Moussaoui

SAÏD EL KADAOUI MOUSSAOUI

12-16.jpgYa ha habido un ciudadano suizo que ha construido su propio minarete en el tejado de su empresa para protestar por el resultado del referéndum suizo. Empezaron, pues, las protestas.

Si yo fuera diseñador de moda, hoy ya estaría trabajando en el diseño de una prenda, no sé, un bonete que aprovechara su forma cilíndrica para reproducir la forma de un minarete o, mejor, una boina que, como rabo, tuviera un minarete minúsculo pero de un color chillón. Permitiría a la gente que así lo quisiera protestar y echarle un poco de humor al asunto, que buena falta nos hace. Una boina con mensaje: sería como decirles a los votantes del sí que son más cortos que el rabo de una boina, pero, eso sí, con cariño, humor y sin soltar prenda. Darle salida a la pulsión agresiva que nos habita sin hacer daño a nadie.

Lástima que todo el mundo se toma muy en serio lo suyo y ya nadie se ríe de sí mismo.

Pero pongámonos serios. En mi caso, por ejemplo, aunque quisiera reírme de lo mío, se me plantearía un grave problema que podría desembocar en una crisis de identidad. Porque, ¿qué es lo mío? Verán, yo nací en Marruecos. Mi abuelo, una de las personas con las que más me siento unido afectivamente, fue un musulmán devoto. Mis padres también se han empeñado en ser musulmanes y así buena parte de mi familia. Yo, que siempre me he empeñado en llevar la contraria, (no, no se adelanten, no me he convertido al catolicismo porque sería un cambio de cromos muy poco original), con esfuerzo, he ido tejiendo una red de relaciones con amigos marroquíes amantes de la libertad, asqueados del peso de Dios en su sociedad y, por lo tanto, laicos. Digamos, pues, que soy un laico izquierdoso (todos tenemos que morir de algo). Aquí nada se sabe, pero en todas las sociedades árabo-musulmanas y amazigo-árabo-musulmanas ha habido y hay todavía, aunque desgastado y marginado, un importante movimiento laico y de izquierdas en su seno. Eso sí, ya no se comen un rosco y de más está decir que no han conseguido nada más que represalias. Y cada vez más su cuota de pantalla es fagocitada por unos señores de largas barbas e ideas cortas. ¡Qué le vamos a hacer!

Les decía que yo nací en Marruecos, llegué a un pueblecito de la Catalunya central –Saldes– a la edad de 7 años y aquí he crecido, he estudiado, me he licenciado, he ligado y he procreado. Ya les he adelantado que yo me empeño en llevar la contraria y no se me ocurrió otra cosa que tener un hijo con una catalana de la ceba, hablarle a mi niño en catalán (no se me asusten, el catalán junto con el castellano, al que también quiero mucho, son los idiomas en los que pienso). ¡Pobre hijo! ¿Qué demonios es lo tuyo?

Amartya Sen tiene escrito en su magnífico ensayo Identidad y violencia que la división de la población mundial por civilizaciones o por religiones produce un enfoque "singularista" de la identidad humana, según el cual los seres humanos serían solamente miembros de un grupo.

Imagínense, en mi caso, y sobre todo en el de mi hijo, aunque quisiéramos, no encontraríamos forma de sentirnos solamente de un grupo.

Esta es la realidad de muchos europeos. Ser herederos de una mezcla de religiones, idiomas, culturas y costumbres.
Esta es la realidad, sí, pero otra cosa muy distinta se nos plantea cuando tenemos que hablar de los actuales políticos. ¡Qué pereza seguir escribiendo!

El pobre Sarkozy ha tenido un arrebato de filantropía y ha escrito un artículo en Le Monde para opinar sobre la cuestión de los minaretes. Lo ha titulado de la siguiente forma: Respecter ceux qui arrivent, respecter ceux qui accueillent. Que no, Sarko, que no. Que ya estamos aquí, que no llegamos, que a este paso vamos a volver (no sé a dónde). Somos ciudadanos europeos. Basta ya. ¡A mí ya no me acoge nadie! A mis sufridos padres musulmanes tampoco y mi hijo es de aquí, EUROPEO.

Esta es la actitud de buena parte de la derecha europea. Cargarse la complejidad de la realidad y hablar de bloques monolíticos.
Los pueblos de Europa son acogedores, son tolerantes, está en su naturaleza y en su cultura, nos dice el presidente francés.

¡Qué bonito! ¿No les suena igual que el discurso de buena parte de los conservadores del "otro bando" cuando nos enumeran las bondades del islam?

En Europa se han cometido auténticas salvajadas precedidas de discursos idílicos como el de Sarkozy. No hace mucho, en su seno, se produjo una terrible guerra donde las exaltaciones identitarias estuvieron en su origen. Y en nombre del islam se han cometido otras tantas. (No me hagan entrar en el juego de y tú más. Yo pierdo siempre).

Esta es la derecha que tenemos. Pero ¿qué hay a la izquierda? Me tacharán de pesimista, pero lo tengo que decir. El panorama es desolador.

Dice Amartya Sen que incluso los opositores de la teoría de un "choque de civilizaciones" pueden contribuir a sostener su fundamento intelectual si comienzan por aceptar la misma falsificación singular de la población mundial. ¿Y no es exactamente esto lo que se consigue con la idea tan bien intencionada como inconsistente de la "alianza de
civilizaciones"?

Hay que ser más serios. Aceptemos la complejidad de la realidad, luchemos por la igualdad de oportunidades, combatamos la discriminación y los fanatismos, procuremos que las leyes sean justas y hagámoslas cumplir. Y dejemos en paz las civilizaciones, las esencias y los bloques.

¿Les conviene hacer esto a los políticos de aquí y de allí para mantenerse en el poder? Mucho me temo que no.

¡Ay! Disculpen, ya me ha cogido esta fiebre izquierdosa de ver conspiraciones e intereses ocultos por todas partes.

Saïd El Kadaoui Moussaoui es Psicólogo y escritor. Autor de la novela Límites y Fronteras

Ilustración de Jordi Duró

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