Dominio público

Europa se aplaza hasta 2020

Alfonso Egea de Haro

ALFONSO EGEA DE HARO

01-15.jpgMañana finaliza el período de consulta abierto por la Comisión Europea para recibir propuestas de cara a la renovación de la Estrategia de Lisboa. Con la anunciada retirada de los planes de estímulo fiscal y una tasa de desempleo medio del 9,5% en el conjunto de la Unión –la más alta desde que Eurostat comenzó a publicar las series en 2000–, los objetivos que pretendía alcanzar esa estrategia quedan hoy muy lejanos.

La Comisión nos convoca ahora para buscar nuevas fuentes de crecimiento que permitan recuperar los puestos de trabajo destruidos por la crisis y desarrollar un modelo de crecimiento económico más ético, basado en la innovación y atento a la protección medioambiental. Si se cumple el calendario previsto, la nueva hoja de ruta del modelo económico europeo se aprobará en el próximo Consejo de primavera y responderá previsiblemente al nombre de "Europa 2020". La pregunta inmediata es si la nueva estrategia producirá cambios sustanciales o será un nuevo eslogan con el que aplazar hasta el año 2020 la toma de decisiones, sobre todo en materia social.

El riesgo a que nos veamos sometidos al segundo de los escenarios posibles se deriva, en primer lugar, del documento de trabajo desde el que la Comisión realiza la consulta. En él, lejos de una revisión y evaluación crítica de los resultados obtenidos por la Estrategia de Lisboa, se confirma a esta como el punto de partida de la futura "Europa 2020". En segundo lugar, el desgaste producido durante el proceso de ratificación del Tratado de Lisboa apunta a que no habrá reformas de calado en el futuro próximo. Por el contrario, parece que las expectativas abiertas con la ratificación han dado lugar a serias dudas acerca del solapamiento entre instituciones y la pugna por el liderazgo político en el seno de la Unión. En cualquier caso, si la nueva estrategia funciona o no lo sabremos en el año 2020.

Mientras tanto, no parece que a la ciudadanía europea vaya a satisfacerle una nueva estrategia que sólo cambie su denominación. Los efectos de la crisis son cada vez más profundos en la economía real y no se resuelven exclusivamente con una mayor supervisión financiera internacional. Si en el eurobarómetro de otoño de 2008 la principal preocupación de los europeos era la situación económica y la inflación (37%) frente al desempleo (26%); un año después, en otoño de 2009, el desempleo ha pasado a ser la principal preocupación (51%) por encima de la situación económica (40%). Además, en el año que acaba de concluir, sería difícil entender la falta de ambición en la renovación de la estrategia tras las constantes apelaciones realizadas a la ciudadanía para que participara más activamente en el proceso de construcción europeo (recuérdense las elecciones europeas o la ratificación del Tratado de Lisboa).

La referencia constante al futuro, a los planes, estrategias, acciones o programas se está convirtiendo, no obstante, en la seña de identidad de la política europea. Una manera de hacer política que bien pudiera denominarse plan-politik, y que consiste en sustituir el debate y la toma de decisiones por la selección de objetivos genéricos alcanzables en un plazo de 5 o 10 años. Resulta entonces que los resultados de estos planes y estrategias son difícilmente evaluables, dada la multitud de factores que pueden surgir durante su ejecución; baste pensar en las sucesivas ampliaciones de la Unión.
La futura estrategia "Europa 2020" parece seguir este esquema. El gran reto, se dice también, consiste en hacer frente a la creciente competencia internacional de unos mercados emergentes con unos costes laborales significativamente más bajos que los europeos. El mantenimiento de los niveles europeos de protección social depende así de la victoria en esta competición económica a partir de un modelo basado en la innovación.

Sin embargo, este diagnóstico resulta incompleto al no tener en cuenta la notable transformación interna que ha sufrido la Unión Europea en esta década y sus características de crecimiento. El proceso de ampliación en 2004 aumentó en un 20% la población de la UE, generando sólo un aumento del 5% del PIB comunitario. Las disparidades económicas en el seno de la Unión, especialmente entre regiones, se han incrementado notablemente. Además, la prosperidad económica se concentra en grandes núcleos urbanos: el 44% del PIB comunitario es generado por el 32% de la población distribuida en torno al pentágono formado por cinco grandes centros urbanos (Londres, París, Milán, Munich y Hamburgo).

Ante esta situación, una estrategia "Europa 2020" más ambiciosa pasaría por buscar no sólo el crecimiento y la innovación sino también el empleo y la cohesión. Para ello, resultaría necesario una mayor integración de los distintos programas y, en especial, el de "Europa 2020" con la política de cohesión y las perspectivas financieras. En estas dos últimas áreas, los programas presentan un horizonte temporal diferente: 2007-2013. La integración de programas exigiría, al mismo tiempo, reequilibrar la importancia entre los objetivos de crecimiento y empleo. Este se percibe como un medio de aquel, de manera que sólo el empleo cualificado y el que aporta mayor innovación recibe la atención. El contexto actual aconseja invertir los términos y hacer del empleo un fin en sí mismo. Para ello no basta con fijar unos objetivos comunes a largo plazo y confiar la innovación a unos gobiernos nacionales limitados, de otro lado, por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Se requiere, por el contrario, avanzar en el gobierno económico europeo y completar la política monetaria común con una política fiscal a nivel europeo dirigida al empleo.

Alfonso Egea de Haro es profesor de Ciencia Política. Analista de la Fundación Alternativas

Ilustración de Jordi Duró

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