PEDRO ARROJO AGUDO
Sin duda, la iniciativa de lanzar una Ley de Economía Sostenible, como base para enfocar estrategias de superación de la actual crisis, debe ser saludada como interesante. Conecta de lleno con las corrientes que reivindican a nivel mundial un nuevo keynesianismo verde, basado en políticas públicas de protección ambiental que impulsen inversiones en energías alternativas y estrategias productivas con baja emisión de CO².
Sin embargo, hay dos factores que quiebran la credibilidad de la ley: la falta de una autocrítica convincente y la ausencia de personas que puedan liderar el cambio propuesto.
A duras penas se ha acabado reconociendo la inviabilidad de prorrogar el modelo de crecimiento que ha imperado, basado en el ladrillo y la especulación financiera; sin embargo, no se ha escuchado una crítica clara al respecto que reconozca la complicidad y la complacencia de todo tipo de instituciones y partidos con esa burbuja inmobiliario-financiera sobre la que se fundaba nuestra pretendida prosperidad.
El presidente Zapatero ha centrado sus esfuerzos en intentar "dar ánimo" a la ciudadanía, frente a la crítica destructiva y ceniza del Sr. Rajoy, inspirada en el principio de "cuanto peor, mejor...", en lugar de asumir con decisión una iniciativa autocrítica. En política, se sigue pensando que rectificar no es de sabios, sino de débiles; al tiempo que suele confundirse autocrítica con derrotismo. Zapatero debería estudiar el perfil del discurso que llevó a Obama a la Casa Blanca. El actual presidente de EEUU ganó buena parte de su prestigio asumiendo, no sólo una posición crítica frente a las políticas neoliberales de Bush, sino autocrítica frente a las posiciones tradicionales de su propio partido. Construyó un discurso que, lejos de disculpar o minimizar los problemas, los asumía para, a renglón seguido, apelar al esfuerzo de todos y todas, con su "yes, we can"; en lugar de pedir confianza hacia un Gobierno que se supone los resolverá. Un discurso, en definitiva, que reconocía y trataba a los ciudadanos como personas maduras...
Se echa en falta un análisis en boca de nuestro presidente que explicite lo que todos sabemos: que sufrimos una crisis más profunda que otros países de la UE porque nuestro pretendido desarrollo era en gran medida falso, al basarse en una descomunal burbuja, de la que todos, unos más y otros menos, sin duda, somos responsables. Y, lógicamente, tras esa autocrítica deberían enunciarse nuevas políticas para superar los errores cometidos y abrir nuevos horizontes. Reformas, por ejemplo, que rompan la dependencia financiera de nuestros ayuntamientos de la recalificación de terrenos, base de tantas tentaciones especulativas...
Pero más allá de justificar la necesidad de esos cambios desde un análisis crítico consistente, es necesario tener credibilidad y capacidad de liderazgo en la materia de que se trate. Y en este caso se trata de promover un giro en el modelo económico del país, en la perspectiva de lo que a nivel internacional se conoce como el "Green New Deal", emulando las ideas que Keynes propuso para superar la Gran Depresión de los años treinta. Se trata, en suma, de reenfocar la economía productiva hacia los retos ecológicos del siglo XXI, transformando en oportunidades los graves problemas de insostenibilidad que hemos provocado.
Desde una perspectiva global, es tiempo de cuestionarse seriamente el modelo de prosperidad que hemos construido sobre el mito del crecimiento ilimitado en un planeta limitado. El que crezca un niño o engorde un hambriento será sin duda bueno y deseable; pero no seremos más felices por crecer y engordar indefinidamente... En un momento histórico en el que se hacen cada vez más evidentes las múltiples crisis de insostenibilidad que hemos provocado, al desbordar y quebrar las capacidades y funciones ambientales de la biosfera, sería un error limitar el diagnóstico de la crisis financiera, o incluso económica, ignorando o relegando a un segundo plano la crisis ecológica. Pero ello supone, no sólo un reto de eficiencia en el uso de los recursos naturales y en la emisión de CO², sino la necesidad de reconocer los límites del planeta y reducir nuestros ritmos globales de consumo. En Almería, en Murcia y en otros lugares, la eficiencia en el uso del agua es alta...Pero aún así matamos eficientemente la sostenibilidad de nuestros ríos y acuíferos...
En todo caso, sin entrar en un debate a fondo sobre la necesidad de cambiar nuestro concepto de prosperidad y sobre lo que debería entenderse por una economía sostenible, creo que, tal y como he reseñado al principio, la iniciativa es interesante. Lo triste es que este reto se lanza desde un Gobierno en el que el Ministerio de Medio Ambiente fue abducido por el de Agricultura. La decisión que asumió Zapatero tras las últimas elecciones, probablemente con dolor en su fuero interno, al sacrificar a Cristina Narbona y disolver el notable liderazgo ambientalista que tuvo su primer Gobierno, entra en flagrante contradicción con la pretendida prioridad de promover un giro verde en nuestro modelo económico. ¿O acaso alguien puede citarme un solo ministro o ministra que proyecte la más mínima credibilidad ambientalista a la hora de promover este giro hacia una economía sostenible?
Zapatero ha sabido mantener sus perfiles en lo social y en las cuestiones de género, lo que sin duda le honra y ha evitado el desplome de su imagen en las duras condiciones de crisis que le toca gestionar. Pero ha perdido totalmente la dimensión ambiental, y eso quiebra su coherencia y su credibilidad en cuestiones clave como la Ley de Economía Sostenible.
Pedro Arrojo Agudo es profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza
Ilustración de Javier Olivares
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