Dominio público

“Orden” vs “desorden” en las elecciones autonómicas del 25-S: ¿quién era qué?

Pedro Honrrubia

Analista político

Pedro Honrrubia
Analista político

Año 2001. Todo en "orden" en Madrid. Mayoría absoluta del PP en el Congreso de los diputados, años de boom económico y de burbuja inmobiliaria, estabilidad en "Desembarco del rey". PNV obtiene sus mejores resultados históricos en Euskadi. El PP de Fraga arrasa en Galicia con más de un 52% de votos. Las mayorías absolutas del PP en Galicia y las victorias contundentes del PNV en Euskadi, como se puede ver, no son ninguna novedad.

De hecho podríamos decir que han sido la tónica habitual en los últimos 25 años, haya orden o haya "desorden" en Madrid. En Galicia, durante estos años, el PP ha obtenido mayoría absoluta en 6 de las 7 últimas convocatorias y en la única ocasión que no logró hacerlo se quedó a tan solo 1 diputado de ella. Sus porcentajes en esas 7 elecciones han oscilado entre el 45,5% y el 52,8%. En Euskadi, por su parte, en esos mismos 25 años se han celebrado 5 elecciones autonómicas. En todas ellas ha ganado el PNV (primero en coalición con EA y después en solitario), con unos resultados que oscilaron entre el 34,6% y 42,7%. Y salvo en las anteriores elecciones, en las tres restantes su % de voto fue superior al obtenido por Urkullu en las elecciones de este pasado domingo. Por supuesto que siempre habrá, en un caso y en el otro, algún elemento coyuntural, relacionado con "Madrid", que ayude a entender los resultados electorales, si bien no parece que la variación de lo que ocurre políticamente en Madrid sea especialmente significativo a la hora de determinar las tendencias electorales en estas dos naciones.

Más bien podríamos pensar que ambos territorios responden a sus propias lógicas políticas, institucionales, sociológicas y de "régimen". Lo sucedido este pasado domingo se ajusta a lo que tales lógicas llevan imponiendo en la política de estos dos territorios durante décadas. No hay nada en ellos que pueda resultar especialmente sorprendente como para explicarlo desde algún elemento colateral que tenga su origen en Madrid. PP en Galicia y PNV en Euskadi, como el PSOE-A en Andalucía o CiU durante muchas décadas en Catalunya, son la cara visible del régimen del 78 en sus respectivos territorios, los respectivos partidos-nación sobre los que tales territorios han desarrollado y vertebrado su desarrollo político, económico e institucional al amparo de lo derivado de la propia institucionalidad nacida de la Constitución Española de 1978. El régimen del 78 no es un régimen monolítico, tiene sus respectivas manifestaciones, con sus propias dinámicas autónomas, y no por casualidad, en las cuatro principales naciones-nacionalidades históricas que componen parte de la plurinacionalidad el estado. Ello, electoralmente hablando, como es esperable, proporciona ciertas ventajas comparativas a los partidos que encarnan tales manifestaciones en sus propias siglas electorales,  ayudándoles  a tener una posición dominante en el escenario político de tales naciones independientemente de lo que pase o no pase en Madrid. Las redes clientelares, el control de la administración autonómica directa e indirecta, la identificación que parte del electorado hace del desarrollo económico y social en tales territorios con la acción de gobierno de esos partidos, el manejo de los medios de comunicación públicos y el uso y abuso de la siempre presente relación entre identidad como pueblo y funcionamiento de la política interna, son factores que, en última instancia, ayudan a explicar bastante mejor lo que sistemáticamente ocurre en las elecciones autonómicas de estas naciones que cualquier elemento que tenga como origen "Madrid". Si a eso se le quiere llamar "orden", podemos a estar de acuerdo. Orden de régimen, exactamente.

No es extraño, pues, que tanto el PP en Galicia como el PNV en Euskadi, hayan hecho una campaña apelando al "orden", a la seguridad y a las certezas de un gobierno conocido frente a lo que, cual hombre de paja, ellos señalan como el "desorden" o la "inestabilidad". Ese elemento señalado como "inestable" puede variar en cada convocatoria electoral (puede ser un partido rival, o el estado gobernado por un partido distinto, o el estado como enemigo del autogobierno o el derecho a decidir, o la situación de inestabilidad política en Madrid, u otras cosas del estilo que se les ocurra), pero siempre responde a la idea populista del "nosotros" frente al "ellos", del "orden" frente al "desorden", donde el "nosotros" y el "orden" siempre son ellos, independientemente de qué se señale cada vez como el "desorden". El componente populista, de hecho, en su expresión como representación de un partido-régimen, está presente en cada una de las naciones señaladas y ha sido santo y seña, con mayor o menor intensidad, en cada uno de los partidos que las gobierna a ese modo de "representación de un orden", un orden que, aunque con variaciones en el tiempo, se expresa a su vez, al menos lo intenta, como representante de los anhelos populares mayoritarios en esos territorios. Esto nada tiene que ver con que en Madrid lleven 1 año sin gobierno, de verdad que no.

Hay incluso algo ciertamente reaccionario en pensar los resultados electorales del domingo en esas claves "externas". Pensar el estado en clave plurinacional pasa por no pensar sus naciones como subordinadas a la situación interna de Madrid. En tensión con Madrid sí, eso es innegable, pero respondiendo de forma subordinada a la situación política autónoma de la política estatal en Madrid no, eso no. Esa es la mirada centralista de siempre. De hecho es obvio que, aunque no con la misma intensidad en todos estos territorios, existe una cierta dualidad de voto entre las elecciones autonómicas y las elecciones generales (muy marcada en Euskadi y Catalunya, algo menos profunda, pero también visible, en Andalucía y Galicia). Las elecciones autonómicas son el espacio preferente para el partido-régimen en cuestión en cada territorio citado, mientras que las elecciones generales, efectivamente, dependen más de los "debates" y la "situación" política general que existe en "Madrid" y de la relación concreta en ese momento determinado de esos territorios con la política y el gobierno español en Madrid. El ejemplo reciente de PODEMOS en Euskadi y de CSQP en Catalunya, así lo evidencian. Pensar que la variación en el resultado electoral respecto de las generales se puede explicar apelando como factor principal a que la situación de inestabilidad en Madrid ha beneficiado las posiciones de los partidos vencedores no parece el mejor camino para entender las razones reales por las que existe tal variación en los resultados. EL 26-J ya se votó en clave de "orden"  y de "gobernabilidad" (y bien que lo supo fomentar, primero, y aprovechar, después, el PP para que así fuera) y sin embargo PODEMOS y ECP fueron primera fuerza en ambos casos.

Pero es que además hacer una lectura en esas clave abre un peligroso camino para los intereses políticos y electorales de PODEMOS en lo que pueda estar por venir, así como para la propia existencia de PODEMOS como partido con vocación de "cambio". Los medios de comunicación y los viejos partidos del régimen están encantados en que el debate político se centre en la cuestión de la gobernabilidad y no en los problemas reales de la gente. Presentan la situación como un "bloqueo", pero lo cierto es que los desahucios no están bloqueados, el crecimiento de la desigualdad no está bloqueado, las consecuencias de las políticas de austeridad en los servicios públicos y en la vida de la gente no están bloqueadas y la precariedad laboral no encuentra bloqueo alguno. Ese marco del "orden" y del "bloqueo" es su marco, no el nuestro. Empezar a pensar que la necesidad de cierto "orden" es una ventaja electoral para el partido que la defiende y dice representarla es el primer paso hacia asumir como propia la necesidad de una "normalización inmediata en ese orden", en tanto que forma de aspirar a tener hacia nuestro lado esa "ventaja electoral". Y eso es justo lo contrario de lo que PODEMOS representó desde su nacimiento: la impugnación, la no resignación, el deseo de cambiar un orden que deja cadáveres por todos lados y no de simplemente aspirar a que, desde lo que impone como norma ese orden, se dé un entierro decente a esos cadáveres.

El problema principal en este estado no es la falta de gobierno, es precisamente que vivimos insertos en un "orden" que machaca cada día el futuro y la vida de nuestra gente. La falta de gobierno tampoco tienen que ver con la existencia de un multipartidismo o un "desorden", sino con la incapacidad del PSOE para resolver su guerra interna y decidir de una vez qué hacer, desde su posición de "partido decisivo", para que haya un gobierno de un tipo u otro finalmente. El famoso bloqueo al final no es otra cosa que una manifestación de la guerra interna del PSOE en el conjunto de la política estatal y mientras el PSOE no resuelva esa guerra, no habrá desbloqueo. El miedo de la gente, el real, el que debe inspirarnos a tener ilusión y esperanza por un cambio real, no es un miedo al cambio, no es un miedo a que alguien defienda sus intereses, sino a que todo siga igual. Esos son nuestros marcos.

Esas son las claves desde las que debemos analizar lo que está ocurriendo ahora mismo en la política del estado, defenderlos, difundirlos, explicarlos y conseguir con ello sacar a la gente del hastío en el que algunos quieren hundirnos para así poder intentar restaurar lo viejo bien de forma directa y sin maquillaje bien con algún tipo de "cierre por arriba" de estilo gatopardiano. El debate sobre el "orden" y la "gobernabilidad" son para nosotros marcos perdedores y debemos evitar entrar en ellos a toda costa. Eso lo deberíamos tener claro.

No nos resignemos, pues, tan pronto: El desorden son ellos. Los que han puesto patas arriba todo son ellos. El caos son ellos. Nosotros nacimos, precisamente, para acabar con ese desorden, con ese caos. Lo que han votado en Galicia y en Euskadi este pasado domingo es precisamente profundizar en el desorden, no por el orden. Que nunca se nos olvide.

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