Dominio público

Informe PISA, espejo de una realidad con más sombras que luces

José Campos Trujillo

JOSÉ CAMPOS TRUJILLO

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La última edición del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA), correspondiente al año 2006, ha removido las aguas casi siempre revueltas del sistema educativo español, aunque en esta ocasión el motivo de preocupación se ajuste mucho más a la realidad que los que venimos observando desde hace ya varios meses. ¡Qué ridícula se ha quedado la polémica artificiosa suscitada en torno a la asignatura de Educación para la Ciudadanía ante los contundentes datos del Informe PISA! Ya nos ocurrió algo parecido en años anteriores con las estériles disputas en torno a la enseñanza de la religión. Pero está claro que aquí no quiere aprender nadie de la experiencia, probablemente porque es más rentable para la propia parroquia polemizar sobre el sexo de los ángeles que, por citar algunos ejemplos, sobre nuestro endeble gasto educativo, la cada vez más complicada situación laboral de nuestros docentes o sobre las causas por las que nuestros escolares acreditan un deficiente dominio en comprensión lectora.

Según los datos del estudio, el 75% de los alumnos españoles de 15 años se sitúa en niveles intermedios de rendimiento en Ciencias, por encima de la media de la OCDE (68%); un 20% se encuentra en niveles de bajo rendimiento, por debajo de la media de la OCDE (23%), y sólo un 5% alcanza niveles de excelencia, por debajo de la media de la OCDE, que se encuentra en el 9%. Por otro lado, el notable descenso en la comprensión lectora deja a España 23 puntos por debajo del total de la OCDE (484) y 31 por debajo del promedio de la OCDE (492).

Tanto la ministra de Educación como el presidente del Gobierno han justificado el retroceso en algunas áreas con el argumento de que en España la educación arrastra un retraso de varias décadas en relación con los países más avanzados de la OCDE. También se ha aludido a la existencia de un 36% de padres y madres cuyos estudios más altos son los equivalentes a la actual Secundaria Obligatoria, frente al 15% de media en los países de la OCDE.

No obstante, reconociendo que en España hemos alcanzado en pocos años unas envidiables cotas de crecimiento económico y de bienestar social, también hemos de admitir que semejante ascenso no se ha producido en los ámbitos de la educación –en su vertiente cualitativa, no cuantitativa, por supuesto– y la cultura. El desarrollo de la cultura, al igual que el de la educación, requiere un esfuerzo continuado y con frecuencia silencioso, un proyecto común de largo recorrido y unas condiciones históricas realmente favorables.

En los últimos años en España ha habido más interés por la evolución del consumo de los ciudadanos que por la calidad no sólo de nuestra producción en los distintos ámbitos de la cultura, sino, lo que quizá es tan importante como lo anterior, por la calidad de los objetos culturales a los que accedían. Si tomamos como referencia la reciente historia del medio de comunicación de cultura de masas más influyente en España, la televisión, estaremos de acuerdo en que la calidad de sus programas ha dejado y deja bastante que desear. Por otra parte, los índices de lectura entre los españoles siguen siendo bajos y las estadísticas coinciden en que, a medida que se van haciendo mayores, nuestros niños y adolescentes se alejan de los libros, sin duda seducidos por el encanto de los medios audiovisuales.

Las elevadas tasas de abandono escolar prematuro y de fracaso en la ESO, combinadas con una amplia oferta para jóvenes de trabajos de escasa cualificación y con bajos salarios, han sido el caldo de cultivo de una tendencia absentista en la sociedad española por lo que respecta a la educación.

Los resultados de PISA revelan la necesidad de incrementar los recursos que globalmente se dedican a la educación, mediante un acuerdo financiero entre el Gobierno central y las comunidades autónomas, que, entre otras mejoras, permita combatir los actuales desequilibrios interterritoriales. A ello hay que añadir el que algunas comunidades autónomas, y precisamente las de más nivel de renta, inviertan en educación por debajo del 2% de su PIB. ¿Tenemos que volver a recordar que en Finlandia la inversión educativa en los últimos años se sitúa entre 6% y el 7% de su PIB, frente al poco más del 4% en el que se mueve España? En cuanto al profesorado –muy valorado por la sociedad finlandesa y su comunidad educativa–, es imprescindible que se lo dote de un estatuto específico que establezca sus condiciones laborales y una carrera profesional capaz de incentivar su cada vez más difícil trabajo en los centros.

Por lo que respecta a las deficiencias en lectura detectadas en el informe PISA, es preciso localizar los posibles fallos en el sistema educativo, sobre todo en las primeras etapas de la escolarización, y aplicar las medidas adecuadas para superarlos. La progresiva marginación de la literatura en los planes de estudio, en beneficio de la enseñanza de la gramática, amenaza con romper el necesario equilibrio entre ambas materias. Aunque en la sociedad actual la lectura tenga que competir con los omnipresentes medios audiovisuales, y para los niños y jóvenes sea mucho más fácil el acceso a éstos que a los libros, no podemos alimentar esta tendencia desde la escuela. Si la lectura es fundamental para el dominio del lenguaje escrito y oral, éste lo es para poder pensar con un mínimo de profundidad, comunicarnos y entendernos, tanto da si se trata de un texto literario como de un problema de física o de un teorema matemático. Confiemos en que el espejo en 2009 nos devuelva otra imagen muy diferente.

José Campos Trujillo es secretario general de la Federación de Enseñanza de CCOO y miembro del Comité Ejecutivo Mundial de Educación

Ilustración de Enric Jardí

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