Dominio público

Mercados o democracia

Juan Hdez. Vigueras

JUAN HDEZ. VIGUERAS

06-02.jpgLa disyuntiva no tendría justificación si por mercados entendiéramos todos los que integran la economía de un país, desde el de la vivienda o los automóviles hasta el de las patatas o el vino; porque no hay democracia sin todos estos mercados reales que crean riqueza y empleo.
Pero hoy sabemos que cuando nos hablan de los mercados para justificar recortes salariales o sociales, nos están hablando de las Bolsas y de la banca financiera, de los llamados inversores, a los cuales tienen que acudir los gobiernos para obtener los préstamos necesarios para cubrir el déficit de ingresos públicos provocado por las ayudas a esos bancos y a una economía destrozada por la crisis de esos mismos mercados.
Y lo más curioso es que muchos inversores, si a finales de 2009 hubieran escrito una carta a los Reyes Magos, les habrían pedido beneficios crecientes y tipos de interés muy bajos; justo unos deseos que han sido colmados, como afirma The Economist en su último número. A lo que podríamos añadir que los bancos han logrado igualmente un tercer deseo: gobernar de facto a los países y sin riesgo político, obligando a los gobiernos europeos a ejecutar recortes del gasto público muy alejados de los programas por los que fueron elegidos en las urnas.
Porque nos encontramos con que los rescatadores son rehenes de los rescatados. Los gobiernos europeos rescataron a la banca y a los mercados con el dinero de los contribuyentes, y se están sometiendo a los dictados de esos mercados. A eso los expertos de guardia le llaman "el problema de los bonos soberanos", la incertidumbre sobre la rentabilidad de los préstamos a los gobiernos del Eurogrupo que ha creado una crisis del euro. Un asunto elevado al nivel de riesgo sistémico para
Wall Street y para Washington, que lo equipara al actual riesgo geopolítico (que Corea del Norte la líe con la del Sur).

Pero la realidad que se oculta es que, si los inversores internacionales presionan al Eurogrupo, es porque los impagos de Grecia o de otro país miembro podrían provocar una crisis grave de la banca europea, que es la mayor acreedora (Financial Times, 27-05-2010). Por otra parte, el endeudamiento exterior de país engloba el sobreendeudamiento del sector privado, de bancos y grupos empresariales con el exterior, como es el caso de España. Porque, conforme al acuerdo político del Consejo europeo de octubre 2008, para salir de la crisis bancaria originada fuera de Europa, los gobiernos del euro decidieron no solamente rescatar bancos para evitar su quiebra, sino avalar su endeudamiento, algo que les trajo buenos negocios. Y ahora los bonos gubernamentales y los bonos y empréstitos privados del exterior, que están garantizados por los gobiernos, cuentan para el llamado "riesgo-país", que evalúan las resucitadas tres agencias privadas de calificación de riesgos crediticios.
Y al mismo tiempo los inversores siguen apostando por la falta de liderazgo y de voluntad política comunitaria, que se ha puesto de relieve con la demora para comprometer los préstamos bilaterales que ayuden a Grecia. Una clara muestra de la desunión e insolidaridad del Eurogrupo, además de su desnudez al carecer de supervisión bancaria comunitaria para operaciones transnacionales (el Banco de España solo tiene competencia hasta las fronteras) y, sobre todo, de un gobierno que controle las economías, recurriendo en cada momento a los acuerdos políticos intergubernamentales. Para colmo, la mayor paradoja es que el fondo acordado de 750.000 millones es sólo un mecanismo común para defender la estabilidad del euro, pero obteniendo el dinero de los propios mercados. Y el que paga, manda.
Por tanto, los interrogantes abiertos son serios y graves. ¿Puede sobrevivir un Eurogrupo basado en la plena libertad de las operaciones extracomunitarias del capital sin fiscalidad compartida y sin gobierno controlado democráticamente? ¿Puede el euro apoyarse únicamente en un simple pacto que limita el déficit público al 3% y el endeudamiento al 60% del PIB? ¿Puede seguir siendo el Eurogrupo una mera zona monetaria por más tiempo?
Porque frente a la crisis financiera llegada del exterior, antes y después del fracasado Tratado de Lisboa, tanto la UE como el Eurogrupo han carecido de un proyecto para corregir la competencia fiscal y la desregulación bancaria y financiera a nivel comunitario, donde nadie controla las transacciones extracomunitarias de los bancos. Y en el plano mundial, la pretendida regulación financiera ha fracasado hasta el momento. El martes 25 mayo en Madrid, el director de mercados financieros del Fondo Monetario Internacional, el español José Viñals, anunció que para la cumbre del G-20 de junio en Canadá no se esperan acuerdos, pero que en el club de Basilea –el auténtico gobierno mundial de la banca– estaba todo muy avanzado para que se formalicen algunos acuerdos en la reunión de noviembre en Corea del Sur, que no cambiarán un ápice el paradigma neoliberal en vigor.
Por todo ello se comprende que, sin advertir a sus socios europeos, el martes 18 mayo Alemania adoptara la decisión unilateral de atacar la especulación financiera, un hecho significativo que alumbra la esperanza de decisiones que saquen a la UE del atolladero en que se encuentra. Frente a la crítica por ignorar los informes de los grandes bancos, el ministro de Hacienda alemán, Schaüble, respondía que "si se quiere desecar una ciénaga, no se les pide a las ranas la opinión objetiva". Y ese es el camino para superar la crisis actual; porque el dilema político al que se enfrentan los gobernantes en la Europa de hoy es mercados o democracia.

Juan Hdez. Vigueras es autor de ‘La Europa opaca de las finanzas’ y miembro del comité de apoyo de Attac

Ilustración de Patrick Thomas

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