Dominio público

Elogio de la tolerancia

Esteban Ibarra

ESTEBAN IBARRAElogio de la tolerancia

Alarmados por el crecimiento de la intolerancia y sus manifestaciones de racismo, xenofobia, antisemitismo, islamofobia y otras expresiones de odio y discriminación, diferentes organismos internacionales decidieron pasar a la acción. La ONU proclamó en 1995 el Año Mundial por la Tolerancia, y la UNESCO aprobó una Declaración e instituyó el 16 de noviembre, aniversario de su constitución, como Día Mundial por la Tolerancia. Momentos de movilización general que no continuaron y no se tradujeron en instrumentos políticos y legislativos. En esa Declaración, los jefes de Estado y de Gobierno apostaron por defender el principio de la tolerancia como un valor esencial de la convivencia democrática, reclamando que no se confunda con la noción de permisividad y precisando: "La tolerancia es el respeto, la aceptación y el aprecio de la riqueza infinita de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. Fomentan la tolerancia el conocimiento, la apertura de ideas, la comunicación y la libertad de conciencia. La tolerancia es la armonía en la diferencia y no sólo es un deber moral, sino una exigencia política y jurídica".

La Academia Universal de la Cultura constató el peligroso avance internacional de la intolerancia, ya sea racial, religiosa, sexista o cultural, su penetración y su papel estimulador del odio. En su Forum Internacional analizó a fondo el problema y su dramática expresión en Europa, marcada históricamente por una idea de "intolerancia institucionalizada que explica los campos de concentración, los hornos crematorios, el suplicio del garrote, los osarios, las deportaciones, los gulags y el confinamiento". La historia nos proporciona un sinnúmero de ejemplos. "La intolerancia individual y colectiva se conjugaron para dar origen a la Inquisición, las guerras de religión, genocidios, purgas totalitarias, fascismo, integrismo, etc.", afirma la Academia.
Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y premio Nobel de la Paz, en su texto introductorio del Forum, afirma que la intolerancia "no es solamente el vil instrumento del enemigo, sino que ella es el enemigo mismo". Sostiene que es la antesala del odio y la violencia e insiste en que tanto la intolerancia como el fascismo conducen inevitablemente a la humillación del prójimo y, con ello, a la negación del ser humano y sus posibilidades de desarrollo. Las manifestaciones de intolerancia consagran como valor común, no a la persona con sus propias y diversas identidades, sino a la propia identidad enfrentada a la de los demás a quienes no acepta y niega respeto y aprecio. Es el denominador común y se presenta vinculada a expresiones de odio racial, nacional, sexual, religioso u otros comportamientos que discriminan o agreden a grupos o personas por el hecho de ser, pensar o actuar de modo diferente. Cuando la intolerancia se transforma en un hecho colectivo o institucionalizado, socava la convivencia y los principios democráticos y supone una amenaza para la paz mundial.

Pero, ¿cómo se puede combatir la intolerancia? Sabemos cómo enfrentar el fascismo, porque constituye un sistema, una estructura, una voluntad de poder: hay que desenmascararlo, rechazarlo, repudiarlo, excluirlo de las sociedades democráticas. Sin embargo, como afirma la Academia, con la intolerancia es más complicado por ser sutil, por ser una disposición común que anida potencialmente en nosotros y porque es difícil de identificar y detectar sus rasgos. La alimenta el prejuicio, del que decía Einstein: "Es más difícil neutralizarlo que dividir un átomo". Pero lo grave, como señala la Academia, es su ductilidad, porque la intolerancia no forma parte de un sistema, de una religión, ni de una ideología, sino de la propia condición humana. Está presente en cada uno de nosotros, penetrando con una profundidad mayor que cualquier ideología, encontrándose en el origen mismo de fenómenos de índole distinta.

La actual crisis económica esta posibilitando la difusión de prejuicios y tópicos de quienes alimentan la xenofobia. Se difunden discursos muy peligrosos de intolerancia en campañas electorales, que dañan la convivencia democrática, la cohesión social y la integración intercultural. Muchas de esas infamias se propagan abiertamente en Internet. Además, se celebran conciertos racistas, manifestaciones con expresiones y gritos abiertamente xenófobos, campañas de propaganda que violan la dignidad y derechos de inmigrantes, de minorías y del conjunto de la sociedad. Vemos también, sorprendidos, ataques a sedes de partidos de izquierda, asociaciones culturales y organizaciones sociales. A todo ello hay que añadir agresiones a personas, que en algún caso han provocado la muerte del atacado.

La Ley de Igualdad de Trato, compromiso del Gobierno español, constituye una oportunidad para responder de manera integral a la discriminación y al odio, siempre y cuando se recojan medidas concretas de apoyo a las víctimas, se creen Fiscalías de Delitos de Odio y Discriminación en todas las comunidades autónomas y se promueva una reforma del Código Penal que sancione la incitación y no permita espacio alguno de impunidad. Ello nos colocaría bajo los mandatos internacionales relativos a la lucha eficaz contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia.

Esteban Ibarra es Presidente de Movimiento contra la Intolerancia.

Ilustración de Federico Yankelevich

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